Hablar de vino es un universo, desde su cosecha y procesamiento, sus tonalidades, colores, olores y por supuesto sus sabores.
Sus orígenes, en línea histórica, nos remotan al Neolítico, comúnmente conocido como la Edad de Piedra, hace unos 7,000 años a. de C., justo con las primeras civilizaciones que se ubicaron cerca de los ríos. Éstas llevan a cabo un cambio en la cadena de producción, pues el hombre ya no caza, sino empezaba a cultivar, y por ende, ya no andaban de un lugar a otro, sino que se quedaban en un solo sitio.
Foto: Tumba de Najt, en el Valle de los nobles en Egipto.
Los arqueólogos han descubierto vasijas, que al estudiarlas encuentran restos de lo que ahora conocemos como vino. Uno de los ríos más importantes del mundo es el Nilo, ubicado en Egipto, ahí han descubierto vasijas u otros objetos que nos hablan que ya tomaban vino, lo mismo en Asia, específicamente en lo que ahora es Irán e Irak.
Foto: Vasija encontrada en los Montes Zagros, entre Georgia e Irán.
Con el tiempo, la cultura del vino se fue extendiendo por las conquistas; así, los romanos, persas, iberos, griegos, entre ellos Alejandro Magno, aprendieron, bebieron y llevaron el vino al mundo.
Ahora bien, pasemos a la etimología de la palabra.
Ésta se relaciona con la expresión latina Vinum, vino. Por otra parte, la especie de donde se obtiene esta bebida de dioses es la Vitis vinifera, es decir, la fruta que conocemos como “uva”.
La uva es una fruta, que por sus características naturales se fermenta muy fácilmente, esto es, que se degrada; me atrevo a decir que quizás el que exista vino fue una casualidad, me imagino que cosecharon la uva, sacaron el jugo y lo dejaron ahí un tiempo, luego a alguien se le ocurrió tomarlo y ya fermentado y transformado en azúcares y alcoholes, éste fascinó a quien lo probó, y de ahí hacia delante.
Foto: Racimo de uvas en el campo.
Los invito a conocer más sobre el vino… ¡Hasta el Jueves!