Con el rostro desencajado y con las huellas del reciente pleito, Lucía entró violentamente al departamento.

-¿Qué te ocurre hija, por qué azotas la puerta?

Sin contestar a su madre, la joven sólo se concretó en mirar uno a uno a sus familiares que, reunidos en la sala, veían la televisión; hasta que sus ojos se detuvieron en la ventana que permanecía abierta para disminuir un poco la calidez de la noche veraniega. Se dirigió hacia ella para contemplar, desde aquel quinto piso, los perfiles de los edificios de la unidad que se recortaban contra la negrura del cielo.

-¿Por qué no contestas?… ¿Qué no me estás oyendo? -Fueron los cuestionamientos reiterados…

…y, sin escuchar, la muchacha se arrojó al vacío, perdiéndose en la obscuridad, hasta que un golpe seco detuvo su caída.

Todo había concluido.

(¿Quiere saber quién es la Marquesa de Buenavista? Próximamente. Busca sus relatos cada viernes, en La Bombilla.)