Uno de los constructos más importantes que la humanidad ha elaborado, desde sus orígenes, es esa dimensión denominada Tiempo, la que ha coadyuvado a que tengamos Conciencia, es decir, darnos cuenta de los hechos presentes y pasados, y de su trascendencia temporal. En efecto, la conciencia puede ser entendida como el conocimiento que las personas tenemos de nosotros mismos, de nuestra existencia temporal y de nuestros actos. Allí radica la importancia del tiempo.
Es por esto que este mes de abril de 2016 es un buen motivo para percatarnos que ha transcurrido un año desde que un grupo de jóvenes iniciaron un proyecto llamado “La Bombilla” (labombilla.com.mx), con el quijotesco objetivo de ofrecer una alternativa de conocimiento en esa maravilla llamada internet, junto con las redes sociales (tan desperdiciadas por muchos que, en lugar de usarlas para construir, las utilizan para atacar, agredir… y destruir; no en vano por ahí dicen que las redes sociales son el Tribunal de la Santa Inquisición del siglo XXI); además ha constituido una plataforma, un medio para todas aquellas personas que desean compartir sus propuestas en los diferentes ámbitos (rubros) que integran esta revista digital.
Entre los afortunados que hemos sido recibidos por estos jóvenes, se encuentra quien suscribe, que aunque ya me encuentro en los confines de la tercera edad, aún tengo espíritu de aventura y siento emoción ante una nueva aventura.
Si bien, desde que tengo memoria, siempre me ha gustado escribir, mis producciones se quedaban en el cajón de los recuerdos o en el limbo de mi memoria. No obstante la invitación para participar con una “historia” semanal, me ha permitido desempolvar ambos espacios, el cajón y el limbo.
Aunque ya lo he expresado en otro momento, mis historias (“pinceladas”, como las llamo yo) son pequeños destellos de la vida de los “otros”, casi siempre de los que no tienen la Palabra y cuya existencia se diluye en el devenir de los tiempos y en ese infinito mar de la vida. Con algunas de ellas pretendo fomentar la conciencia para no repetir actos que encasillan, marginan, descalifican y ofenden. Sobre este último verbo, tal vez para alguna persona algún relato haya sido ofensivo, no ha sido la intención: a veces, la vida es muchísimo más ofensiva que lo que mis palabras apenas insinúan. Es más resultaría extremadamente limitante “definir”, y por ende “encasillar”, a una persona por una “palabra” o por un “acto”, cuando la “libertad” es el bien supremo que poseemos los seres humanos. La vida es un rico y vasto caudal de expresiones humanas que fluyen en la multitud de ríos que son las sociedades pasadas y actuales.
En fin, éste no es el motivo de estas palabras, sino, en primer lugar, felicitar a los jóvenes que dirigen la revista: que este primer giro que ha dado la Tierra alrededor del Sol, sea el primero de muchísimos más; en segundo término, agradecer a ellos mismos por la oportunidad que me brindan, desde el rincón de mi senectud, para comunicarme con otros seres humanos a través de este medio; y finalmente, deseo invitar a otras personas “de buena voluntad” a que se sumen a este proyecto, con sus propuestas sobre el riquísimo mundo de la expresión humana.
Enhorabuena a todos los miembros de La Bombilla y a sus cada día más abundantes lectores.
(Aprovecho esta invaluable ocasión para agradecer a esa “personita” tan especial, tú sabes a quién me refiero, que me ayuda en la revisión de mis escritos y en la selección de las imágenes que los ilustran.)