Empapado en su sudor, despertó sobresaltado:
-¡No puede ser!… ¡Sin ti, esto no es vida!
Intempestivamente salió de la choza y, dando traspiés, recorrió, en la penumbra nocturna, el agreste terreno hasta llegar al borde del precipicio, desde donde se contemplaba la inmensidad del mar. Repentinamente, se lanzó al vacío, hundiéndose en las agitadas aguas, como en un ritual muchas veces practicado.
En aquella noche sin Luna, sólo las pálidas estrellas lo vieron recorrer, con grandes y enérgicas brazadas, la distancia marina y, posteriormente, quedar exhausto, tendido sobre la albura de la costa, tras haber contribuido al incremento del caudal de la Vía Láctea.
EL ADIÓS.
Las ensordecedoras notas aún vibraban en cada una de sus células. Sólo unas horas antes, uno de sus más caros anhelos se había cumplido: asistir al último concierto de su grupo pop favorito; momentos, que en su imaginación, recorriera infinidad de veces y que ahora se habían hecho realidad. Había sido partícipe de esa realidad tangible.
Sin embargo, después de haber compartido con aquella multitud, ahora, con las manos en los bolsillos y con la nostalgia que comenzaba a anidar en su corazón, se perdía entre aquellas oscuras callejuelas de su barrio, entre el ladrido de perros que se escuchaba a la distancia.