-¡Abrázame!… ¿por qué no me abrazas? –dijo el joven, sonriendo.
-Es que… -balbuceó el hombre.
-Nada… ¡abrázame! ¿O te importa lo que dirá la gente que pasa?… ¿los conoces?
-No.
-Entonces abrázame. Los demás no nos dan de comer, y lo que digan, sale sobrando… además, ni los volveremos a ver.
Indeciso, el hombre pasó su brazo por el hombro del joven, y así, más cerca uno del otro, reanudaron su recorrido por los pasillos de la plaza comercial.
-¡Cómo quisiera una camisa como ésa, para ponérmela el próximo sábado que se casa mi primo!… combinaría muy bien con esa corbata. –expresó el joven, frente al aparador de una tienda de artículos masculinos.
El hombre esbozó una sonrisa, mientras movía la cabeza de un lado a otro: -¡Vamos!…
Decididos entraron en la tienda; había que comprar, ahora que tenía dinero… y el amor estaba en oferta.