-¡Hola! –casi gritó la mujer, cuando vio a su amigo que estaba sentado en la mesa del modesto café del centro de la ciudad.
Al verla el hombre se levantó, también visiblemente emocionado, y ambos culminaron el encuentro con un efusivo abrazo.
-Yo también voy a querer un café americano –dijo la muchacha al mesero, y después se dirigió al hombre- ¡No sabes qué gusto me da verte! hace tanto tiempo que no nos veíamos.
-Para ser exactos, seis años con tres meses –acotó el muchacho.
-Tú siempre tan justo –dijo la joven.
-Pero ¿por qué me llamaste con esa premura?… me dejaste muy inquieto.
-Es largo de platicar y no quisiera quitarte tu tiempo.
-¡Por favor! Por el tiempo ni te preocupes, sigo sin tener que rendirle cuentas a nadie, así que adelante.
Se habían conocido cuando eran alumnos de la preparatoria más importante de la ciudad, que en esos tiempos estaba ubicada en un imponente edificio virreinal, cuyo patio principal lucía bellos arcos de medio punto, hechos de cantera, y cuyos muros habían sido testigos de muchas vidas que transcurrieron en sus pasillos y habitaciones, pues el edificio había tenido múltiples usos, a lo largo de los siglos. Invariablemente, pasaban todos los momentos libres, junto con otro compañero de clases, “los tres mosqueteros” se autonombraban. Cuando se suspendía alguna clase, recorrían las añejas calles del centro histórico, asistían a ver la reciente exposición de algún museo, pero, casi siempre, su punto de reunión favorito era el “Café El Porvenir”.
Poco a poco, la cercanía entre la joven y el segundo amigo se hizo más estrecha y terminaron siendo “noviecitos”. A partir de esto, el primer muchacho se refugió en su lugar predilecto, la biblioteca de la escuela, donde pasaba horas leyendo libros de historia y admirando las litografías de los libros de arte.
El tiempo de estudios terminó y la vida los llevó por diferentes caminos. Alguna vez, el muchacho se enteró, accidentalmente, que sus dos amigos se habían casado. Pero ahora su amiga se encontraba frente a él.
-Los primeros años de nuestro matrimonio fueron de ensueño, pero, poco a poco, la situación fue cambiando hasta que, de mutuo acuerdo, decidimos separarnos. Yo ya no soportaba las constantes infidelidades de él –explicó la muchacha- y heme aquí ¡estoy tristemente divorciada!
-Pero, intuyo que no todo acaba aquí ¿o me equivocó? –dijo suspicazmente el hombre.
-Es verdad, a pesar del tiempo transcurrido, sigues conociéndome bien… Después del divorció, mi ex siguió teniendo diversas relaciones hasta que una más lista, lo atrapó y se volvió a casar. Hace un mes, coincidimos en una reunión y estuvimos conversando y ¡no te puedes imaginar lo que me propuso! –exclamó la joven.
-¿Qué pasó? –preguntó intrigado el amigo.
-El muy desvergonzado me dijo que me sigue extrañando y que desearía que volviéramos; que su matrimonio sólo fue por conveniencia y que por eso no podía separarse, que por qué no seguíamos teniendo intimidad. Te imaginas, ¡yo que fui la esposa, ahora me propone que sea la amante! –y la mujer rompió en llanto.
-No sé qué decir, me has dejado sin palabras -balbuceó el muchacho- ¿Y qué has pensado?
-No lo sé… El día que lo vi, estuve muy inquieta… tuve ganas de abrazarlo, besarlo y que me llevara a otro lugar para hacerme el amor, sin embargo mis prejuicios… ¿Qué voy a hacer?
Sorprendido, el hombre no daba crédito a lo que escuchaba, pero internamente se congratulaba que él no estuviera envuelto en los incomprensibles laberintos del amor.