Concluía la década de los años sesenta, época de profundas transformaciones sociales, principalmente en la vida diaria de las ciudades.
En el pueblo de “Embalse de los Cocuyos”, había nacido Rosaura, hija de comerciantes. Debido a su ubicación, en el cruce de caminos, el comercio era la actividad preponderante de casi todos los habitantes de la población.
Cuando la joven cursaba la preparatoria conoció a Aurelio, un muchacho que venía del poblado “La Parota”, distante unos kilómetros de esa cabecera municipal. Su esbelta y definida silueta, su sonrisa fácil, su amena conversación y, sobretodo, sus enormes ojos negros, cautivaron a la joven. Aunque inicialmente se había resistido, por fin Rosaura aceptó tener vida íntima con el muchacho; por eso, cuando el joven le anunció que se iba a la capital a estudiar Derecho, el mundo se le vino encima.
-No te preocupes –le dijo el joven- cada quince días regresaré y podemos pasar el fin de semana juntos.
Fue así como la muchacha, con mayor solvencia económica que su novio, que era hijo de campesinos, cada quince días tenía preparado el lugar del encuentro amoroso para cuando llegara su amado. En efecto, cuando Aurelio llegaba, ya estaba alquilada una habitación en un discreto hotel, cercano a la población. Cuando el amor está de por medio, el ingenio se aguza, y la muchacha siempre encontraba el pretexto adecuado, para explicar su ausencia a sus padres.
Los años transcurrieron, y un día, al llegar el plazo quincenal establecido, el muchacho no llegó a la cita, hecho que se repitió una y otra vez.
-Ya te enteraste Rosaura, el mes pasado Aurelio se tituló de licenciado –le dijo una “amiga” a la joven.
-Sí… eeehhh… me escribió una carta y me dio la buena noticia –respondió, con dificultad, la muchacha.
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-¡Qué suerte tiene el condenado de Aurelio, mira que conseguir un buen puesto en tan poco tiempo; pero ¡claro, se hizo “noviecito” de la hija del jefe y creo que ya hasta se casaron!
Al escuchar la noticia que le traía su “amiga”, el mundo de Rosaura se desmoronó: su primer y único amor, por quien había hecho a un lado los principios morales inculcados por su familia, la había traicionado.
-Nos vemos Tere, aún tengo muchas cosas qué hacer, antes de ir a atender la zapatería de mi papá. ¡Que estés bien! –y tras dar un beso en la mejilla a su “amiga”, la muchacha caminó presurosa por la calle principal del pueblo, para ir a cumplir un “encargo” de su mamá.