-Me quedé con ganas de abrazarte y besarte –dijo el jovencito, por el celular.
-¿Y qué querías que hiciéramos? si nunca nos dejaron solos –le respondió su interlocutor.
Ambos eran primos en primer grado, tenían quince años de edad y habían descubierto el amor uno en los brazos del otro.
Sus familias, de manera regular y alternativamente, se reunían para la comida dominical. Lo que se inició con roces accidentales de piernas debajo de la mesa, mientras comían, terminó en un abrazo amoroso profundo, en medio del bosque, durante un paseo familiar. A partir de ese encuentro, los momentos eran buscados con la fogosidad y potencia propias de la adolescencia, y con el deseo incontenible de las primeras experiencias amorosas.
El tiempo se les hacía eterno si no estaban juntos; pero cuando la situación era propicia, sus manos ansiosas recorrían sus cuerpos desnudos y trémulos, mientras que sus húmedas bocas se buscaban ansiosamente. Cuando la pasión ya se desbordaba, las caricias sin límite en el bajo vientre, derivaba en la compenetración total de sus cuerpos tersos y cálidos.
Era el paraíso creado en la tierra por dos jóvenes que estaban comenzando a conocer la vida y… los placeres del amor.
… … …
-Compadre ¿no se le hace que los muchachos ya están grandecitos para esos “jueguitos”? –dijo el hombre, al tiempo que con el índice señalaba a los dos jovencitos que rodaban por el pasto, jugando a las “luchitas”.
-¿A qué se refiere, compadre? –interrogó el otro hombre.
-A que su hijo y el mío ya no son niños para jugar así; además son machitos y con esos toqueteos uno nunca sabe, y también…
-¡A qué mi compadre! Usted siempre viendo “moros con tranchete”. No se preocupe, son juegos de escuincles y no hay nada de malo… ¡mejor tómese su “chela”!
Pero el primer hombre no quedó satisfecho; de reojo continuaba observando a los muchachos que, sudorosos y exhaustos, ya reposaban sobre el césped, al pie del frondoso manzano que daba sombra a un rincón del jardín, sin sospechar que la “espada flamígera” del ángel caído pendía sobre de ellos.
(De manera excepcional, les comparto un relato con motivo del Día Internacional contra la Homofobia, ya que habitualmente en todas las sociedades humanas, de todos los tiempos y lugares, ha existido la agresión al que no se ajusta a los “moldes” establecidos (stablishment) por intereses de todo tipo, inclusive miedo. Desafortunadamente, los señalamientos se inician en la familia, en la generalidad. La diversidad genera enriquecimiento y, por ende, crecimiento social e individual. ¡Hasta el viernes! Si les gustó el relato compártanlo.