Continuando con su investigación sobre los “cristeros”, el joven periodista se encontraba alojado en la casa de la Sra. María y su esposo, en aquel poblado del Bajío. Hacía rato que la noche había caído y solo, en la sala de la casa, se acomodó en el sillón para continuar revisando las grabaciones del día. Dio un click a la grabadora para seguir escuchando la entrevista hecha a la anciana:
CLICK: “¿Que si tuve muchos novios cuando era joven? No muchachito, en mis tiempos las señoritas decentes no teníamos novios, sino pretendientes. Varios jóvenes buscaban les correspondiera, porque decían que era “bonitilla”, además, como mi padre era el administrador de la hacienda, sabían que mi situación económica estaba asegurada y, también, mi dote era superior al común de las muchachas casaderas. Sin embargo, ninguno cubría mis expectativas: eran “rancherotes” con dinero.
“Bueno, la verdad es que había un muchacho, Ernesto, que era el más insistente y que mis padres me querían “meter por los ojos”. Era hijo único de un próspero comerciante del pueblo vecino de La Cruz, “de López” creo que le aumentaron al nombre hace unos años. Era atractivo, de buen porte quiero decir, pero era muy celoso y agresivo: no había reunión a la que asistiera, en la que no terminara involucrado en algún pleito.
“Mientras tanto, me dedicaba a leer, pintar al óleo, bordar y demás actividades propias de las jovencitas de la época, y de nuestro nivel social.
“En el año de 1913, ¿fue en ese año?… no recuerdo bien… ¡Sí, fue en 1913! Ya me acordé, porque en ese año la situación se puso más difícil en la capital. “En ese año llegó a la hacienda un ingeniero gringo, que habían contratado los patrones para hacer otro pozo.
“El gringuito era muy alto, indudablemente que era guapo, con unos ojos azules como un cielo sin nubes, con una figura que encantaba y sus movimientos reflejaban una esmerada educación. Al vivir mi familia en el casco de la hacienda, el trato entre él y yo se dio sin buscarlo. La cercanía y la afinidad hicieron que surgiera un sentimiento bonito entre los dos. No faltaba la oca…” CLICK
El muchacho detuvo la grabación al escuchar que la Sra. María, la dulce anciana de edad muy avanzada, dueña de la casa, le preguntó:
-¿Todavía trabajando? Ya se había de ir a acostar.
-En un rato más lo haré –respondió el periodista.
-Bajé para llenar mi jarra con agua, se me había olvidarlo hacerlo, a mi edad casi todo se me olvida.
-Aprovechando que está usted aquí, me quedé con una duda ¿se la puedo preguntar?
-Sí, pero rapidito, porque en cualquier momento mi esposo despierta y ¡para qué le cuento!
-Precisamente, se refiere a su esposo ¿cómo es posible que usted haya aguantado tantos años que su esposo duerma con una pistola bajo la almohada? Y más que, como dice, hace años le amputaron una pierna por su enfermedad y está postrado en cama.
-Mire jovencito, le responderé por educación y porque me simpatiza, pero esos temas son de mi vida privada que sólo platico con mi confesor. He aguantado y seguiré aguantando esta situación por dos razones fundamentales: la primera, porque al casarme con Ernesto, juré ante el Altísimo, que lo iba a respetar, en las buenas y en las malas, no le digo que lo iba a amar eternamente, porque el amor va más allá de nuestras decisiones, el respeto no. El amor, aunque no queramos, se va transformando y, muchas veces, se termina, pero debe quedar el respeto. Si en una relación no hay respeto, sencillamente no hay relación. En segundo lugar, dice el Texto Sagrado, que la mujer debe obediencia a su esposo, y aunque en los últimos años la relación entre hombres y mujeres ha cambiado mucho, considero que cuando cada persona no cumple el papel que le corresponde, la vida se trastorna. Una debe cumplir el débito marital ¿Le queda claro?… ¡Buenas noches y que descanse!
-¡Buenas noches, Sra. Rosita!
CLICK: “… sión para que nuestras miradas se cruzaran, para que nuestras manos apenas se rozaran cuando le entregaba algo, hasta que un día él me declaró su amor y la nobleza de sus intenciones.
“Mi corazón dio un vuelco y, sin pensarlo mucho, lo acepté. Aún hoy día no logro tener claridad sobre nuestra decisión fue acertada o no, a lo que se aunó que el amor que recién nacía, se complicó con el surgimiento de la pasión. Y cuando amor y pasión se conjuntan, difícilmente los resultados serán los esperados, pues la pasión nubla la razón y enardece los sentidos. Por estos motivos, un día me le entregué, sin medir las consecuencias.
“Sin embargo, nuestra relación no pasó inadvertida ante los ojos de mi madre (las madres siempre conocen el corazón y las verdaderas motivaciones de los hijos), quien al platicarle a mi padre, decidieron no permitirme andar sola y encerrarme bajo llave, por las noches.
“Poco tiempo después coincidieron dos acontecimientos que cambiarían el rumbo de mi vida: primero, me enteré que estaba embarazada del “gringo” y tuve que decírselo a mis padres; y, a los pocos días una muchacha del servicio llegó muy asustada, diciendo que habían encontrado muerto al “gringo”, dentro del pozo que estaba construyendo.
“Nunca supimos lo que pasó, sólo que mi padre y Ernesto parecía que ocultaban algo… Hubo muchas investigaciones, pero nunca se aclaró quién había asesinado al padre de mi hijo.
“Por eso, mis padres decidieron que para ocultar mi falta tenía que casarme, y Ernesto aceptó ser mi esposo. De esto hace más de sesenta años.
“Ésta es mi triste realidad; ésta es la cruz que me tocó cargar hasta el día en que el Creador me llame a rendirle cuentas… Como usted ve, he cometido algunos errores y tengo que pagar las consecuencias; en esta vida los errores se pagan… Por eso, joven, viva cada día con mucho cuidado y responsabilidad. ¿Alguna pregunta más?” CLICK