Por La Marquesa de Buenavista
Varias veces la mano del jovenzuelo se había deslizado, sin recato, sobre la pierna de su acompañante, una mujer visiblemente mayor que él, propiciando las miradas suspicaces y las risitas encubiertas de algunos asistentes a la reunión familiar.
-Espérate que nos están viendo –reiteró la mujer.
-¿Y qué? si ya saben que soy tu hombre –argumentó el joven, sonriendo, mientras se acomodaba su hirsuta cabellera, y con la clara intención de volver a intentar su osadía.
La relación había sido el centro de los comentarios y críticas de la gente, desde que comenzó: “¡Pero cómo se atreve, si el chamaco es quince años menor que ella!”, “¡Es una desvergonzada!”, “¿Qué se puede esperar de una mujer así? si dicen que cuando su esposo vivía lo engañaba con no sé cuántos hombres, siempre más jóvenes que ella”, “Aún no se enfriaba el cuerpo del difunto cuando ya andaba con ese muchacho ¡tan jovencito y tan guapo que está el desgraciado ¿verdad?”, “Ya le dije a mi comadre que la conducta de su hijo provoca las habladurías de la gente, pero no me contestó y con la mirada me lo dijo todo ¡quién me manda andar de metiche!”.
Sin embargo, a ellos parecía no importarles, ya que se exhibían en todo momento y en cualquier lugar. “La vida es para disfrutarse, antes de que se acabe”, era la frase favorita de la mujer.
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-Mientras le tenga el tanque lleno a la vieja, mi bro, seguiré disfrutando de la buena vida.
-¡Ése es mi valedor!
-¡A disfrutar de ese cuerpecito que Dios te dio, mi buen, y a sacarle provecho porque la juventud no dura para siempre!
-“Gallina vieja hace buen caldo”, decía mi abuela y creo que tenía razón porque se ve que esa vieja te tiene bien satisfecho, bro.
Decían los amigos del muchacho cuando se reunían, ya fuera en la esquina de la calle donde vivían o en algún antro, al que iban a divertirse.
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-¿Dónde estará?… ¿Qué estará haciendo?… –se cuestionaba la mujer, cada vez que su joven amor estaba ausente, pero eso lo tenía que soportar si quería conservar esa carne y fogosidad juvenil; lo que el muchacho quisiera darle era bien recibido, ya que ella ya estaba acostumbrada a no pedir, no reclamar, no exigir… y sólo dar.