-De verdad, yo ya no aguanto esta situación: tu “hijito” cada vez está más rebelde y no lo puedo controlar, es más, ni caso me hace…
-Pero mujer… -trató de responder el esposo.
-¡Nada de mujer! o lo metes en cintura o ves qué haces con él. Apenas amanece y el Jahir ya se encuentra echado frente a la tele, que ni ve porque siempre está con el maldito celular en la mano: va a comer y lleva el celular, le hablo y ni me voltea a ver porque no sé qué diablos escribe… ¡hasta al baño va con el celular! Pero eso sí, apenas le habla la “noviecita” y sale corriendo, como becerro cuando oye el cencerro de la vaca para prenderse de la ubre –remató la esposa.
-Entiéndelo mujer, está muy joven, apenas tiene diecisiete años y tiene que disfrutar la vida…
-Nada de joven, ya está bien labregón. Tú siempre lo solapas, por eso nunca quiere hacer nada en la casa, y acuérdate que como no pasó el examen de la prepa, lleva dos años sin hacer nada… Ya me tiene cansada con sus “ajá” y sus “ahorita”; le digo algo y siempre me sale con su “ajá”, le pido un favor y ya sé que la respuesta será “ahorita”. Yo ya no soporto más…
La mujer se levantó del sillón y, tras dar un portazo, se encerró en la recámara, mientras que el esposo, sin haber quitado los ojos del televisor, se arrellanó en el sillón, como si nada hubiera pasado.
El reloj marcaba las once y media de la noche; en el televisor, el noticiario nocturno concluía, cuando la puerta del departamento se abrió y, sonriente, entró Jahir:
-¿Qué pasó jefe, otra vez viendo la tele solo?
El hombre volteó, correspondió la sonrisa y exclamó:
-¿Qué pasó campeón? ¿Cómo te fue el día de hoy?… ¡Vengan esos cinco mi buen!…