Les voy a contar algo que yo hacía cuando idolatraba a mi hermana, me comparaba con ella, aproximadamente les estoy hablando de cuando tenía tipo 14 años cuya única obligación, era sacar buenas notas; sin embargo, pues yo nunca fui como muy bueno sacando lo que yo consideraba un número más y hacia acotación a mi hermana mayor. En lo particular mi hermana es más grande que yo por 8 años y veía a mi hermana, que se la pasaba súper bien, no la regañaban como a mí, nunca le pedían buenas notas, es más creo que siempre me tragué el cuento ese de “no tenemos que decirle nada a tu hermana porque ella es un adulto” y yo me quedaba con las ganas de ser “Ese adulto” a quien no le dijeran nada. Gran error.
Con el paso del tiempo vas aprendiendo que el hecho de crecer te va requiriendo cumplas con ciertas responsabilidades con tu entorno. En el caso particular, es la independencia del yugo familiar y la forma de subsistir en la sociedad; obviamente cada persona es única, no es lo mismo a los 20 años que a los 30.
Pero este trayecto de los 20 a los 30 años es de experiencia, de conocer que te gusta, que no te gusta, que estés dispuesto a hacer y que no, quizá traspasar tus límites o quizá, simplemente experimentar todo y de todo. Según tu conocimiento base, te lo permita.
Los medios nos han pintado la forma de vida completamente diferente, llegar a los 30 años significa tener una casa/departamento, un medio de transporte nuevo, el de trabajo de ensueño y con el sueldo mega súper impresionante, estar a nada de contraer nupcias o, ya casado y esperando al primer hijo; pero la realidad es que, no tienes casa propia, o piso para ti solo, sino que rentas o compartes el depa con otras 5 personas en la misma situación que tú, no tienes coche o, medio de transporte, no cuentas con tu trabajo de ensueño, tampoco ganas los millones (a excepción de que seas Mark Zuckerberg, por obvias razones), y tampoco tienes novio/a, así como el hecho de casarte, ya no te parece “tan necesario” es aquí que llegamos al punto de: “¿qué diablos he hecho con mi vida?”
Ese sentimiento de fracaso llega a un clímax cuando tus amigas te hablan para desearte un feliz cumpleaños y, de paso, le cuentan que les propusieron matrimonio y las ascendieron en el trabajo, que se ganaron una beca o que conocieron a un extranjero y se va a ir con él; y tú, escuchando la gran noticia, tragándote una gordita ahogada.
No sé si les pase, pero hay veces que pienso que mis mejores años fueron los que ya pasaron sin embargo los 30 traen más ventajas que desventajas, a uno lo respetan más, tiene más libertad, dinero propio para gastar en lo que quiera que te guste, más criterio, más experiencia y, lo más importante, tiene claro definitivamente qué no le gusta y una mejor idea de lo que le gusta.
Precisamente, ese saber qué quiere hacer uno en la vida no llega a veces sino hasta los 30, después de haber desempeñado algo totalmente distinto. Cuantos de nosotros no conocemos algún amigo que haya estudiado con ustedes, pero que ahora no ejerce, porque hace algo completa y absolutamente contrario a lo que estudió. En mi caso, tengo 33 años (aunque parezco de más :D), soy Sociólogo, y escribo para La Bombilla, porque amo escribir. Puede que el salario no sea tan glamuroso, pero al menos estoy haciendo lo que me gusta, y aunque suene a cliché, eso no tiene precio.
Con el paso del tiempo, uno aprende que vida, solo hay una; así diviértanse, salgan, conozcan, coman bien, ejercítense, sean felices, y sobre todo sonrían es bueno ver una sonrisa entre tanta gente con caras largas o de malas. Es bueno ser diferente, no importa qué edad tengamos, seamos felices, y hagamos de éste un lugar mejor.
“Los 20 son para divertirse, a los 30 aprendes las lecciones…”