Resumen del artículo anterior. Al término de los años 70 del siglo XX, el grupo de rock Pink Floyd se encontraba en una aguda situación financiera e interna; sin embargo, para concluir 1979, lanzaron el álbum The Wall, en el cual los tracks son de la autoría de Roger Waters, excepción hecha de “Young lust” (Gilmour y Waters), “Is there anybody out there?” (Waters y Ezrin), “Comfortably numb” (Gilmour y Waters), “Run like hell” (Gilmour y Waters), y “The trial” (Waters y Ezrin).
El disco doble contiene 26 tracks, 21 de la autoría de Waters; por lo tanto, The Wall puede considerarse de él: un tributo a su creatividad… y a su ego, ya que, como se mencionó, la escisión de Roger con del resto del grupo era evidente, a lo que se sumaba la intolerancia del músico hacia el público que asistía a los conciertos.
Un “ladrillo” fundamental a lo largo de toda la “ópera rock”, como se decía en los sesenta del siglo anterior para referirse a este tipo de composiciones musicales conceptuales, es la “Madre”, figura emblemática y castrante; no en vano se le dedicó una canción, “Mother”, debida a la creatividad de Waters.
En la canción, Waters dejó un retrato de su propia madre, aunque lo niegue, describiendo cómo las madres sobreprotectoras-ausentes originan adultos emocionalmente vulnerables, y, además, determinan las relaciones hombre-mujer, madre-esposa. (JONES, Cliff. Another brick in the Wall. The stories behind Pink Floyd Song. Broadway Books. New York. 1996. p. 126)
Pero para comprender y demostrar la afirmación anterior, hay que recurrir a la biografía de Waters, en particular a las relaciones que estableció con sus padres.
Primer ladrillo, como Pink:
Con relación a su padre, Eric Fletcher Waters, los vínculos fácticos fueron nulos. Descendiente de mineros, el padre fue maestro de escuela, pacifista, cristiano y miembro, primero, del Partido Laborista y, después, del Partido Comunista. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, condujo una ambulancia, y más tarde, se unió a la infantería del ejército británico (Compañía Z, 8º. Batallón del Regimiento de Infantería, Royal Fusiliers); murió durante la batalla de Anzio (Italia), en febrero de 1944, cuando Roger ¡tenía cuatro meses de edad! Por lo tanto, la figura paterna no existió. Así de contundente.
El propio Waters habla de su padre, en los siguientes términos:
“Mi padre murió cuando yo tenía cinco meses, así que yo estaba mamando. Ahí estoy yo. Esta mujer está llorando la pérdida de su marido y yo estoy mamando su leche cada día. Y, como todos sabemos, los bebés siempre piensan que son responsables de todo porque los bebés se ven a sí mismos como el centro del universo. Así que yo pensaba, durante casi todo el tiempo, a cierto nivel subconsciente, que había matado a mi padre. Estaba casi seguro de que lo había hecho yo.
Durante toda mi vida, de forma periódica, he tenido pesadillas en las que mato a alguien y no sé a quién ni qué es lo que sucede, pero me van a pillar y se van a enterar.” (“Mi madre no me escuchaba” Entrevista RTL 5 Netherlands, 2000, en http://www.kindsein.com/es/5/20/180/ Viernes 17 de abril de 2015.)
Otra manifestación de Waters, con relación a la muerte de su padre, fue el álbum The Final Cut (A Requiem for the Post-War Dream), de 1983, el cual es obra del músico al 100 %, aunque apareció bajo la autoría de Pink Floyd; inclusive todas las voces son de él, excepto en “Not Now John”, donde lo acompañó David Gilmour. “The álbum concerns both the death of a soldier and the death of the ideal for wich he died. …” (“El album se refiere tanto a la muerte de un soldado como a la muerte del ideal por el que murió. …”).
Además, Waters diseñó la portada del álbum, mientras que Willie Christie, hermano de su esposa Carolyne, tomó la fotografía usaba: un acercamiento a un uniforme y medallas de la Segunda Guerra Mundial. Mason llegó a considerar que esta grabación fue el principio del fin, ya que su presencia, al igual que la de Wright, fue mínima. Pero escribir sobre este álbum es tema de otro texto.
Parte de la obra discográfica de Pink Floyd, en CD’s
Segundo ladrillo:
Al no contar con la presencia física del padre, el desarrollo emocional de Waters quedó incompleto, esto repercutió en su rol de padre, siendo obvio en sus palabras:
“El no tener papá me golpeó dramáticamente en 1946, cuando los demás hombres empezaron a volver. Cuando comencé a ir a la guardería, a los tres años, nadie tenía papá. Pero en 1946 todos empezaron a volver, tipos en trajes de civiles que iban a buscar a sus hijos al colegio en bicicleta. Ahí empecé a hacerle todas las preguntas incómodas a mi madre: ‘¿Dónde está mi papá, mi hombre en bicicleta?’ Y me tuvo que explicar que él no iba a volver.
… … …
El cuerpo de mi papá nunca fue encontrado. Estuvo desaparecido en acción por años y luego fue asesinado en acción. Mi mamá se acuerda de cuando me contó. Era un niño muy determinado. Le dije que le iba a ir a comprar un tractor a mi papá, y me dijo que no porque estaba muerto. Yo no lo aceptaba así que le dije, ‘en ese caso voy a comprarle un autobús de dos pisos’. Creo que viví muchos años pensando que mi papá iba a volver algún día.
… … …
Me solía despertar antes de las seis todas las mañanas y ayudaba al lechero a repartir la leche. Mi madre decía que le partía el corazón porque sabía que yo estaba desesperado por tener una conexión con algún hombre. En nuestra casa se hacían reuniones políticas, venían hombres y yo empezaba inmediatamente a hacer saltos acrobáticos, a dar vueltas, a tratar desesperadamente de llamar su atención. Mi madre decía que era un poco patético. Luego, cuando tenía unos 13 años, me daban estos ataques de pánico donde creía que me iba a morir. Me quedaba en mi cama cada noche aterrorizado porque podía morir. Sabía que en algún momento me iba a pasar”. (“Roger Waters: ‘He llorado mucho en mi vida’ “. Suplemento Wikén El mercurio, viernes 24 de febrero de 2012, en https://es-es.facebook.com/notes/dg-medios/roger-waters-he-llorado-mucho-en-mi-vida-suplemento-wik%C3%A9n-el-mercurio-viernes-24/10150629184523006 Viernes 24 de abril de 2015.)
Tercer ladrillo:
Respecto a su madre, Mary, quien nació en 1913, al igual que Eric, también fue maestra de escuela y se casó a fines de la década de los 30’s. El matrimonio se estableció en Great Bookham, Surrey, donde nacieron sus hijos John, Duncan y George Roger. A la muerte de Eric, el resto de la familia se trasladó al barrio de Hills Road, Cambridge, en los años 50, donde la madre siguió desempeñando actividades docentes.
Sobre su relación con su progenitora, Waters ha expresado:
“Estaba muy preocupada porque yo me titulara en algo… Tenía unas ideas muy fijas de lo bueno y lo malo, y de lo que hay que hacer o no para llevar una vida feliz, supongo, y trataba de meternos a mí y a mi hermano en esos particulares railes que eran su concepto de la vida.
A mi madre le costaba escuchar, ese era el mayor problema que tuve en mi infancia. Lo descubrí recientemente, al fin. Llegué a un punto en mi vida en el que había encontrado una perspectiva desde la que podía mirar a esta mujer y verla tal y como es. Y tiene un montón de cualidades, pero no escucha.” (“Mi madre no me escuchaba”…)
En The Wall, Roger filtra sus relaciones hijo-madre, pero sobre todo sus vínculos con las mujeres, en general. Sobre lo que opinaba Mary, respecto a la imagen de la “madre” de Pink, Waters manifestó:
“No, nunca lo hemos hablado, y no estoy seguro de que ella quiera hacerlo porque si hablamos de ello, entonces tendrá que oír lo que yo tengo que decirle y no puede escuchar. Sería difícil para ella.
Ella actúa desde sus creencias y valores y ese tipo de cosas. Es difícil de describir. Es interesante, supongo, es sintomático de nuestra relación que nunca tengamos ninguna conversación de ese tipo.” (Ibid)
Sin embargo, se ha dicho que a raíz de la publicación de “Mother”, Mary pasó un largo tiempo sin hablar con Roger, quien afirma que la personalidad de la madre de Pink, la integró a partir de conversaciones y experiencias de sus amigos (JONES, Cliff. Ibid).
Cuarto ladrillo:
Aunque no lo reconozca abiertamente, las relaciones entre él y su madre no eran las adecuadas ya que, por un lado, él era y es un rebelde, y la madre no lo escuchaba; la incomunicación era el medio:
“No tuve una infancia feliz. Odiaba la escuela, en especial después de haber ido al instituto. Aparte de los juegos, que me encantaban, odiaba cada segundo. Puede que hacia el final, cuando era un adolescente, ir a la escuela fuese sólo una confrontación de ‘nosotros y ellos’. Unos pocos amigos y yo formamos una camarilla bastante violenta y revolucionaria.
Estaba bien porque yo disfrutaba la violencia de destrozar la propiedad de la escuela. La mentalidad del instituto en aquella época estaba mucho más atrasada de lo que estaban las mentes de los jóvenes de los ’50, y les costó mucho tiempo ponerse al día.
En cierta forma, los institutos se seguían dirigiendo como antes de la guerra, cuando tenías que hacer lo que te dijeran y mantener la boca cerrada, y nosotros no estábamos preparados para nada de eso.
Se provocó una violencia clandestina muy bien organizada contra la escuela, con bombas, aunque no hubo nunca ningún herido. Recuerdo una noche, sobre las 10, en la que habíamos decidido que un tipo —el que se encargaba de los jardines— necesitaba que le dieran una lección. Él tenía un árbol de manzanas Golden deliciosas que eran su orgullo y su placer, que protegía a toda costa.
Fuimos al huerto con escaleras y nos comimos todas y cada una de las manzanas del huerto sin arrancarlas del árbol. Así que a la mañana siguiente fue maravilloso. Estábamos muy cansados pero teníamos una sensación plena de éxito.” (Ibid)
Quinto ladrillo:
Las relaciones con otras mujeres también soportan lo expresado sobre Waters. Su primer matrimonio se efectuó en 1969, con Judy Trim, terminando en 1976. Ese mismo año, contrajo nupcias con Lady Carolyn Christie, con quien tuvo a sus hijos Harry e India. En 1992 se divorció y en 1993 se casó con Priscila Phillips, con quien procreó a Jack; el matrimonio terminó en 2001. En 2004 estableció una nueva relación con Laurie Durning. Cuatro matrimonios, tres hijos, relaciones no satisfactorias con las mujeres:
“Aprender a entender a las mujeres ha sido un viaje increíblemente difícil para mí. Odio la ira en ellas, nunca he sabido cómo lidiar con eso. La manera en que siempre lo he hecho es llorando, pero creo que las mujeres odian eso. He llorado mucho en mi vida. Cuando he estado bajo cualquier tipo de estrés emocional, he llorado: en peleas con la banda, en peleas con mujeres. Estoy siendo honesto. No soy lo que la gente piensa que soy”.
… … …
“Creo que nunca entendí a las mujeres, porque necesitas a un hombre que te explique cómo entenderlas. Y yo nunca tuve eso. Si vives con mujeres, lo único que aprendes es de su poder, no aprendes a estar con ellas, aprendes a hacer lo que te digan. Por fin encontré a una mujer a la que le gusto y que me gusta mucho… Creo que cuando era más joven no tenía un sistema para saber qué era lo que realmente quería. Me parecía más fácil relacionarme con los hombres. Eso ha tomado mucho tiempo”. (“Roger Waters: ‘He llorado mucho en mi vida’ “…)
En otro momento, ha dicho sobre su madre:
“Ella era la que ahogaba a los gatitos en el barril de agua y luego la pobre gata tenía que ir a desenterrar los cuerpos de debajo de los arbustos. Sacaba un palo si hacíamos algo mal. Me acuerdo que cuando tenía unos seis años y mi hermano John ocho, nos dejó solos y pensamos que sería divertido calentar el atizador de la chimenea y hacer hoyos en la alfombra de la sala. Enloqueció. Creo que se dio cuenta de que la casa se podría haber incendiado con estos dos niños adentro y de que ella habría sido la culpable, así que estaba enojada consigo misma, enojada con nosotros y nos ganamos una golpiza. Pero debía ser dura; era madre y padre”. (Ibid)
¡Huelgan las palabras…!
Pero dejemos las vicisitudes vivenciales de George Roger Waters, y vayamos a su sublimación, a través de la legendaria rola “Mother”.
En la grabación de la canción “Mother”, intervinieron los cuatro integrantes del grupo y el órgano fue tocado por Freddie Mandell. No obstante, para el filme el track fue regrabado de manera más sencilla, con los latidos del corazón de la madre más dispersos y el sonido de campanas (xilófono), en lugar de la guitarra acústica.
Referencia fotográfica: www.zbrushcentral.com Viernes 17 de abril de 2015.
Aparentemente, la letra se estructura en el diálogo establecido entre el hijo y la madre; pero decimos “aparentemente” porque la comunicación verbalizada no existió. Lo inicia Pink con el planteamiento de dudas propias de la infancia y que se extienden hasta la adolescencia: inseguridad, miedo a la castración (la imagen personal centrada en los genitales) y dudas existenciales sobre el futuro.
La madre responde intentando “tranquilizar” al hijo con una especie de canción de cuna, pero sólo lo tensiona más, fortaleciéndole sus miedos, su incertidumbre, con la promesa de sobreprotegerlo y cosificarlo (una propiedad sin voluntad propia).
El joven-adulto, plantea sus dudas y miedos sobre las relaciones con las mujeres (extrapolación de los miedos generados al no establecer vínculos “sanos” con los otros, padre, madre, compañeros, otros adultos), porque las considera un peligro, son sucias, destructivas, y él no es más que un “niñito” temeroso.
Vuelve la madre para “tranquilizarlo”, con nuevas promesas de vigilarlo, de realizar el “trabajo sucio” de seleccionar a sus parejas, ya que nunca lo dejará crecer. Pink ratifica lo dicho por la madre, al preguntar si es necesario crecer.
El anclaje es perfecto, el binomio insano madre-hijo se ha construido, sin permitir la injerencia de terceros. El muro que lo mantendrá abrigado y calientito se ha levantado, sin importar que Pink se haya convertido en un pelele, en un muñeco de trapo acurrucado por los brazos maternos.
Pink ha aprendido sus lecciones (es un ser paranoico) y merece vivir en el “paraíso materno” de la eterna infancia (Peter Pan) y roer un sabroso hueso.
Concluyendo. El retrato que Waters nos presenta de Pink, en la canción, es deprimente y asfixiante, como el resto de la obra musical: un joven ansioso, temeroso, inseguro, con expectativas de vida dependientes, con miedo a la castración, sin confianza en nadie (la confianza se establece en la familia y se extrapola a las otras instituciones sociales), con una total incapacidad para vincularse con las mujeres, entre otras tantas lindezas que se filtran en cada palabra de la rola. La madre es descrita como un ser “aplacador” (en el sentido psicológico del rol social desempeñado), amenazador, controlador, sobreprotector, vigilante, etc.
Resultado: relación de dependencia (madre-controladora-hijo-ansioso-paranoico). Madre que destruye-devora e hijo que no-crece-no-quiere-crecer, para continuar viviendo bajo las alas de la ave de rapiña.
Pongamos el disco y “compartamos” (sublimemos) el dolor de él-nuestro, pero antes pongámonos, como Odiseo (Ulises), cera en los oídos para no ser embrujados-cercados-atrapados por las frases de la mujer-madre-progenitora-destructora y para no escuchar las carcajadas de Freud, que desde su ataúd (“mortal remains”) se burla de nuestras-tuyas miserias humanas.