Alguna vez, en un lejano 1993, durante un palenque realizado en la ciudad de Cuernavaca, en el estado de Morelos, México, Rocío Dúrcal terminaba su presentación aquella noche envuelta entre los aplausos y la algarabía de la gente que le fue a ver. Para ese público, ella era algo más que una intérprete española: era una amiga cercana a quien le lanzaban flores y cartas. Ella se daba el tiempo de recoger del suelo aquella especie de ofrenda que entregaba a su vez a miembros del staff. En los recuerdos de don Emiliano Aguirre, esas imágenes siguen vigentes: “Algunas personas lloraban de la emoción de poderla abrazar. Yo pude colarme con ayuda de un conocido hasta la puerta de su camerino. Le llevaba de regalo unas rosas. Fue muy sencilla al recibir mi presente. Me miró y me regaló una sonrisa que aún me estremece. Me dio un besito en la mejilla y me agradeció estar ahí. Para mí era una mujer muy especial, alguien muy querida.”
Fue tan grande el arraigo que Rocío sintió por nuestro país que, por su voluntad, parte de sus cenizas reposan en un nicho en la Basílica de Guadalupe. Fue su deseo que estuvieran bajo el amparo de la Virgen Morena, santidad a la que siempre fue devota y a quien encomendaba sus presentaciones artísticas. Hasta ese recinto, aún acuden fieles admiradores, como doña Aurelia Rodríguez, quienes mantienen vivo su recuerdo: “La vi en el Auditorio Nacional, y la verdad su voz era incomparable. Creo que ya no tendremos a una mujer así. Sus canciones te llegaban al alma; y aunque nunca la conocí en persona, sé que era sencilla con su público. Tengo su primer disco de cuando cantó los temas de Juan Gabriel y no me perdía sus apariciones en el programa de ‘Siempre en Domingo’. Yo estuve aquí cuando trajeron sus cenizas. Fue muy triste. Como le admiré mucho, procuro venir a verla de vez en cuando.”
Pese al glamour que en vida gozó la artista, a la fecha se le recuerda como a una persona sencilla, talentosa y como a una embajadora de nuestra música ranchera: La española más mexicana. Dicho mote no se pude discutir: con creces lo ganó, y de momento, en opinión de ellos, no hay alguien más que pueda ostentarlo.
Nació el 4 de octubre de 1944 en el barrio madrileño de Cuatro Caminos, en su casa situada en el número 150 de la Avenida García Morato, sitio en el que comenzaría la leyenda de su vida. Su llegada al mundo trajo la alegría a sus padres, Tomás De las Heras y María Ortiz. María de los Ángeles De las Heras Ortiz, o Marieta, como le decían de cariño amigos y familiares, ya tenía el destino señalado desde temprana edad. Su abuelo paterno, don Tomás, cómplice de sus andanzas artísticas, dirigía sus pasos a cuanto concurso de aficionados hubiera. Fue la primera persona que creyó ciegamente en el talento de su nieta, fue también el primer hechizado por la voz de aquella niña que cautivaba con gracia y picardía; a su sentir, su voz era una especie de rocío que se extendía al amanecer y que no agotaba su frescura.
Pero la carrera artística debía esperar algunos años, mientras tanto, la niña estudiaba en un colegio de monjas. Entre sus materias favoritas destacaban Literatura, Ciencias Naturales, aunque de las Matemáticas, mejor ni mencionárselas; la futura cantante decía no gustar de los números que le sometían a dificultades con las respectivas operaciones a realizar.
Su primera oportunidad para dar a conocer sus habilidades artísticas se dio en el programa radiofónico más importante de Madrid: Conozca a sus Vecinos. A pesar de la negativa de su padre, nada convencido de que su hija anduviera en esos menesteres, Marieta participó y ganó sin demasiada dificultad. Era evidente que la pequeña tenía el talento necesario para destacar en el ambiente. Como anécdota, ella recordaría que al mismo concurso se presentaba el futuro divo de Linares: Raphael. Sin embargo, nunca pudo ganarle la lata de chocolate en polvo que como premio le entregaban los patrocinadores.
A sus quince años, apareció en el programa de televisión Primer Aplauso para interpretar el tema La sombra vendo. Como resultado, logró llamar la atención del descubridor de talentos Luis Sanz, a quien se le reconocía el haber dado a conocer a estrellas como Paquita Rico, Carmen Sevilla o Lola Flores. Ofreció sus servicios de representante y empresario a unos padres escépticos que no atinaban en resolver el destino de la adolescente. Le pidió encarecidamente al padre de Marieta que no le dejara continuar en el concurso de tv, y que él, más tarde, le llamaría por teléfono para explicarle cómo se encargaría de su carrera.
En ese entonces, ellos no habían concretado un futuro artístico para su hija, aunque de alguna forma le dejaban participar en esos encuentros de aficionados. Convencidos tras arduas charlas, permitieron que la futura estrella dejara dicho programa para alternar su formación escolar con clases de actuación, canto, solfeo y baile. Además, la joven debió enfrentar una transformación en su apariencia: corte de pelo, dieta, ropa, estudio fotográfico; todo lo necesario para darle la imagen que una verdadera estrella debía tener.
Como lo requerían los cánones de la farándula, también se decidió cambiar su nombre. Gracias a la opinión de su abuelo, sobre su sentir al escuchar la voz de su nieta, prevaleció en la lluvia de ideas el nombre de Rocío. En cuanto al apellido, y tras una charla en la que desfilaron más de diez combinaciones, entre ellas: Rocío Fiestas, Rocío Benamejí, el azar se hizo presente en la figura de un mapa de España. La joven, con los ojos cerrados, apuntó con su dedo índice sobre los diminutos nombres de aquella geografía y dio con la población de Dúrcal, provincia de Granada. No hacía falta más. Ese bautismo marcaría el despegue de una trayectoria que haría historia en el mundo de habla hispana.
El director de cine Luis Lucía Mingarro le ofreció en 1961 el protagónico de Canción de Juventud, historia que reflejaba la personalidad de Rocío, quien se autointerpretó en el papel de una inocente y pícara joven que descubre los valores del amor y la amistad; este papel la proyectó como una prometedora actriz de gracia y sencillez. Dado los buenos resultados en taquilla, no tardó en llegar a los cines su siguiente trabajo: Rocío de la Mancha. El excelente recibimiento del público y la crítica, le permitieron firmar su primer contrato discográfico con el sello Phonogram, quien aprovechó el empuje de sus películas y editó en 1962 el disco Las películas de Rocío Durcal.
Estos aciertos en el ambiente artístico le permitieron emprender una primera gira a México, Venezuela, Puerto Rico y Estados Unidos, en donde tuvo la oportunidad de presentarse en el Show de Ed Sullivan. A su regreso, protagonizaría su tercer filme titulado Tengo 17 años, con los resultados ya esperados de una taquilla bien colmada. Los críticos de cine resaltan su madurez como actriz y su alejamiento de un posible encasillamiento como niña revelación o niña prodigio.
De la gran pantalla dio también el salto a los escenarios teatrales con la obra Un domingo en Nueva York. Para 1965 actuaría en la cinta Más bonita que ninguna, trabajo que cambiaría su destino, pues conoció ahí a quien más tarde sería su esposo y padre de sus hijos, el también actor e intérprete Antonio Morales: Junior.
En 1966 protagonizó la película Acompáñame, a lado del ídolo juvenil mexicano Enrique Guzmán. Dicha realización de Luis César Amadori permitió la difusión de ambas figuras en distintas partes del mundo; el tema musical de la cinta vendió bien y se convirtió en un éxito de la radio latinoamericana.
Tras la buena racha de éxitos en cine, teatro, televisión y discos, Roció decidió hacer un alto en su carrera musical ante el nacimiento de su primogénita Carmen Morales de las Heras; más tarde nacerían Antonio Fernando y Shaila de los Ángeles Morales. Su familia crecía a la par que su estrella, por lo que Junior tomó la decisión de hacerse cargo de la educación de sus hijos y dejar que Rocío continuara en los escenarios.
Con renovados bríos, la cantante retomó su presencia en los discos bajo el sello Ariola, y en 1977 lanzó el material Una vez más. Ese año, marcaría su primer contacto con el cantautor Juan Gabriel, quien le ofreció una serie de temas, de los cuales, la misma Rocío no se encontraba muy convencida de grabarlos. Algunas fuentes afirman que fue durante una comida realizada por la disquera, cuando Alberto Aguilera Valadez se aproximó hasta la intérprete y le entregó una servilleta con la letra de una de sus canciones. Finalmente, fue Junior quien le dio confianza de intentar esa nueva oportunidad de entrar de lleno al mercado mexicano, pues ya meses atrás habían tenido algunas dificultades cuando decidieron actuar como dueto en un centro de variedades de la capital mexicana, historia en la que el empresario que les había contratado no les pagó sus honorarios y la pareja se encontraba sin un centavo.
Así nacería el álbum Rocío Dúrcal canta a Juan Gabriel. El material se convirtió en un éxito casi inmediato, a pesar de que no contó con una gran campaña de publicidad. Aquellas melodías con arreglos rancheros fueron un detonante que intensificó la leyenda en España de su artista consentida, y en México, le permitió entrar a la cultura nacional. Fue tal la penetración de ese álbum, que la cantante logró colocar diversos éxitos en la radio y se acreditó como la artista con mayores presentaciones estelares en la televisión nacional.
Esta mancuerna artística se inmortalizó con la grabación de diez materiales discográficos, aunque su sexta colaboración le mereció ser nominada por vez primera a los premios Grammy. A la fecha, y pese que Rocío interpretó a diversos compositores, son los temas de Juan Gabriel el material fundamental para recordar su paso como cantante en México, y es dicho catálogo el que permitió su internacionalización. Esta excelente relación creativa terminó por diversas desavenencias personales, las cuales siempre se han movido en el misterio y han sido objeto de la prensa sensacionalista sin que sepamos jamás los motivos reales de la separación. La versión oficial insiste en que se trató de un problema relacionado con los intereses comerciales de la disquera.
En 1981, Rafael Pérez Botija produjo para ella Confidencias, disco que le dio continuidad a su carrea musical. Siete años más tarde, de la mano de Marco Antonio Solís, apareció en el mercado el disco Como tu mujer. Ambos materiales le permitieron ejercer el dominio de la balada romántica con una pléyade de temas muy característicos de la mujer libre, amante y entregada.
Debido al éxito logrado con el material de Marco Antonio Solís, el 23 de junio de 1990 apareció en las tiendas su primera grabación en disco compacto: Si te pudiera mentir. A la par, fue objeto de un homenaje por su discográfica quien reconoció sus 30 años de carrera profesional. Tres años después, regresó al género de la música ranchera bajo la dirección del cantautor Joan Sebastian; el material fue valorado con las inevitables comparaciones de sus trabajos realizados con Juan Gabriel. Sin embargo, el disco funcionó muy bien y logró popularidad, pues los temas de Joan fueron éxitos casi inmediatos.
Rocío fue nominada nuevamente a los premios Grammy en 1995, pues la producción que grabó del compositor argentino Roberto Livi, Hay amores y amores, consiguió muy buena acogida de la crítica y su público: fue votado como uno de los mejores discos latinos de ese año. Recibió el premio de la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York, por mejor tema musical, y fue reconocida como Mejor Intérprete Femenina.
El 19 de abril de 1997, marcaría su reencuentro laboral con Juan Gabriel. Juntos otra vez se trató de un disco doble, una colección de temas nuevos que intentaban revitalizar la magia de antaño. Algunas fuentes periodísticas rumorarían que se trató de un trabajo contractual, de un compendio de canciones hechas por mero compromiso profesional. De hecho, y como paradoja del título, la presentación del trabajo se hizo por separado: Juan Gabriel atendería a la prensa en México y Rocío haría la promoción en España. Aunque para junio de ese año, se hizo la presentación sobre el escenario del Teatro Degollado en Guadalajara, Jalisco. Dichos duetos musicales se grabaron en un dvd para su venta y son el testimonio final de una mancuerna exitosa, pero que se especulaba era ya irreconciliable pese a las sonrisas de sus protagonistas a cuadro. Juntos otra vez vendió la cantidad de dos millones, quinientas mil copias.
En el año 2000, la cantante fue objeto de homenajes y reconocimientos por su destacada carrera musical. Sus 40 años de experiencia sobre los escenarios había despertado la lealtad y admiración de millones de personas que le tenían como una embajadora de la música ranchera en el mundo, pese a no ser mexicana. Antologías de sus éxitos, emisión de programas televisivos sobre su vida y un concierto inolvidable en el Auditorio Nacional para el público mexicano, fueron el marco de la llegada de un nuevo relanzamiento. Por ello, el productor y músico Bebu Silvetti le produjo el disco Caricias, interesante fusión de música ranchera con toques de bolero que le reportó excelentes ventas y una escalada en las listas de Billboard. Fue el tiempo en que recibió la Estrella de la Calle 8 de Miami y el reconocimiento como Huésped Distinguida de Estados Unidos.
Para el 2001 y con Silvetti de nueva cuenta en la producción, Rocío grabó el disco Entre tangos y marichi, material en el que se escogieron diez de los mejores tangos para anexarles acompañamiento de bolero ranchero. Un producto fresco, revitalizante en la meteórica carrera de Dúrcal, quien hizo un triunfal regreso a su país para presentarse luego de trece años de ausencia. Lamentablemente, y debido a que se le diagnosticó la presencia de cáncer uterino, interrumpió la gira promocional por Latinoamérica y Estados Unidos.
Sería el 19 de septiembre de 2002 la fecha de su regreso a uno de sus escenarios más queridos: el Auditorio Nacional de la ciudad de México. El testimonio de esa emotiva velada romántica llegaría a las tiendas bajo el título de En concierto…Inolvidable. La producción de este material le permitió terminar la gira interrumpida y ser nominada en los premios Grammy Latinos como mejor disco en vivo. El año entrante, y bajo la supervisión del músico colombiano Kike Santander, su sello de discos puso a la venta la producción Caramelito; el género que predominó en este material fue el de balada rítmica y se tradujo en ventas exitosas que le merecieron un Disco de Oro en nuestro país y de nuevo la nominación a los Grammy Latinos como Mejor Álbum Vocal Pop Femenino.
Mayo del 2004 significaría el adiós de Rocío Durcal de los estudios de grabación. Alma Ranchera fue su último disco: una colección de temas con el género que la internacionalizó. En opinión de sus admiradores, ella quiso dejar este material como un regalo al país que la arropó como a una mexicana. Tal vez se sentía en deuda con ellos cuando supo que en opinión de diversas figuras del espectáculo y la crítica especializada, ella, luego de la gran Lola Beltrán, era considerada auténtica embajadora de nuestra música en el mundo.
Según algunas fuentes, antes de las sesiones de este último disco sus médicos le informaron que el cáncer que enfrentaba se había expandido a los pulmones. Por esta razón, no existió gira promocional. El humor y carisma de la artista salió a flote y no negó hablar con los medios de esta realidad: demostró hasta esta etapa que su carácter era fuerte. El 25 de marzo de 2006, Marieta, la joven que alguna vez fuera considera en su patria niña prodigio y el icono de su generación, falleció en su domicilio de Torrelodones en Madrid. Estuvo acompañada en todo momento por su familia. Contaba sesenta y un años de edad y una trayectoria artística que se estimaba inalcanzable para las nuevas generaciones de artistas. Las condolencias no se hicieron esperar en el mundo de habla hispana. Los noticiarios, tanto de España como de México, realizaron una cobertura completa de su vida, obra y deceso.
Tiempo después, llegaron parte de sus cenizas para ser depositadas en un nicho de la Basílica de Guadalupe, al amparo de la Virgen y del cariño de su público, quienes acudieron a recibirlas con pesar, pero también con una alegría secreta al saber que Rocío había regresado a la patria que la encumbró como una de las mejores cantantes, y que esta vez, no se iría jamás.
Desde su partida, no ha dejado de ser mencionada en los medios de comunicación por diversos motivos. Se realizó en 2009 un disco de duetos en el que se integró su voz a la de nuevos intérpretes que por fin podrían materializar el sueño de cantar a su lado. En fechas próximas, se espera un nuevo material que sigue esa línea. Estos hechos prueban que La española más mexicana es ya un símbolo que no sólo es recordado o venerado en aquella provincia española de Dúrcal, sino en diversas partes del mundo.