Quienes se autodefinen como admiradores, fans o seguidores (me cuento entre ellos) de Pedro Infante, han leído en el transcurrir de sus vidas tantos libros biográficos, revistas, semanarios, quincenarios, artículos periodísticos y publicaciones sueltas sobre el ídolo azteca, tratando de conocer todo cuanto se refiera a su persona. Del mismo modo, han visto con avidez sus extraordinarias actuaciones (también de las otras) en las películas que filmara; escuchado con deleite su melodiosa voz entonando bellísimas páginas musicales que dejara grabadas en disco; y visto videos en donde se le aprecia prestando declaraciones en algún programa de televisión, descubriendo en sus palabras la grandeza de este hombre que como artista acaparó nuestra idolatría y nuestra admiración como ser humano. También, hemos podido ver, gracias al avance de la tecnología, videos que contienen imágenes de algunos artistas, hombres y mujeres, que contemporizaron con él y que llegaron a compartir escenario prestando declaraciones que desvelan la personalidad del ídolo; audios en los que se le escucha a quien fuera el humilde carpintero de Guamúchil dando con bastante naturalidad respuestas sinceras y veraces a las preguntas que le hace el entrevistador; videos y audios de personas totalmente desconocidas, gente humilde del pueblo que no pertenece al entorno familiar del desaparecido artista que aprovechando su momento refieren y narran anécdotas e historias que tuvieron como principal protagonista a Infante, mucho de los cuales, en algunos casos, fueron testigos presenciales y hasta coprotagonistas de las mismas. Por lo tanto, narran una parte de sus íntimas vivencias.
“Foto de la Colección de Jonathan Clark publicada por Mariachi Channel en la que puede verse en escenario a Pedro Infante acompañado del excepcional Mariachi Vargas de Tecalitlán en una presentación personal”.
Gracias a todos estos elementos, quienes nos abocamos a investigar su vida llegamos a conocer su historia tan a fondo como si se tratara de nuestra propia vida o de nuestra saga familiar. Y, el llegar a saber tanto de su vida nos ha llevado a descubrir las diferencias existentes entre una publicación de otra. Y, es que muchas veces, la verdad se pierde en el tiempo para dar paso a la invención. Es decir, que sin apartarse totalmente de la verdad, los datos históricos, anécdotas y la propia biografía van sufriendo ligeras variaciones. Y, es que la leyenda urbana, tiende a distorsionar un tanto la realidad. Esto puede apreciarse mayormente en el caso de las anécdotas, que de acuerdo a quien las narra difieren en algunos aspectos (lugar, escenario, fecha, protagonistas), pero el corolario, siempre es el mismo: la verdad de lo que se cuenta. Lo grandioso de sus acciones, no solo como artista si no como un personaje real, ha originado que de boca de quienes las cuentan, los hechos realizados por Infante hayan sido magnificados de tal forma, que han contribuido para que su figura sea elevada a un nivel de superhéroe.
Pero, como es natural, no siempre se llega a discurrir el velo de misterio que por años cubren algunos pasajes de las vidas de estos superhéroes. Y, lógico, de la vida de Pedro no todo se conoce, hay muchas historias que el tiempo todavía no ha podido desvelar y allí permanecen sin ver la luz. Por ejemplo, en ninguno de los libros biográficos del sinaloense se consignan anécdotas o historias que hayan nacido de su periplo artístico por países de América del Norte, Sudamérica y del Caribe que juzgo, no deberían faltar en ninguna biografía que sobre el nacido en el Puerto de Mazatlán se haya escrito y se escriba más adelante. Quedan todavía anécdotas hasta hoy desconocidas para el lector ávido de nueva información sobre el ídolo, del tiempo en que actuó en Venezuela, Colombia, Ecuador, República Dominicana, Cuba, Panamá. Al parecer, de su vida en México, su adorada patria, se ha escrito todo sobre él, porque en todos los libros biográficos publicados hasta la fecha se repiten los mismos hechos, las mismas anécdotas y las mismas historias. Esto no significa que su contenido no sea válido, al contrario, con cada libro biográfico que sale a la luz se convalida el contenido de todos los tomos que le precedieron y se da por cierto cuanto se dice. En mi opinión, solo falta ahondar un poco más sobre su participación en la animación de la Maratón Guadalupana (del 23 al 25 de octubre de 1954) y la Jornada de Gratitud Guadalupana (10 de diciembre de 1954, en que se impuso la medalla guadalupana a todos quienes participaron en la organización y conducción de la maratón).
Como articulista y a la vez, como uno más de los admiradores del gran artista azteca (en tal condición escribo este artículo), al igual que otros seguidores de Infante me hubiera gustado encontrar publicaciones o notas periodísticas referidas a su estadía en estos países; las veces en que realizó presentaciones artísticas para informarme de ello y hacerme una idea sobre su interactuar con el público que asistió a los Cines y Teatros en donde se presentó. También me gustaría saber de los lugares que visitó y las actividades sociales en que participó, porque su profunda emoción social y su acendrado espíritu de compartir y de solidaridad, así como su reconocida filantropía lo llevaron a participar generosa y graciosamente en actividades y eventos altruistas. De hecho, conociendo como era Infante, y sabedor del inmenso caudal de simpatía y carisma que poseía y derramaba a raudales, me imagino que al igual que en el Perú, que es uno de los países que visitó en su última gira por Sudamérica y Centroamérica, deben existir audios (quizá videos en los países en donde ya existía la televisión) de sus presentaciones artísticas en donde se le escuche departir con su peculiar naturalidad y su notoria humildad con el público que había acudido hasta los cines y teatros en que se presentaba a verlo actuar y oírlo cantar con su muy bien modulada voz. Sí, porque Pedro Infante, como ningún otro cantante de su época, actuaba las letras de las canciones cuando las entonaba. Sigo creyendo, que en varios países que visitó durante su periplo artístico, debe de haber muchas personas que conozcan más de una anécdota e innumerables historias sobre el ídolo que están esperando ser descubiertas para que las saquen a la luz y las hagan públicas.
Debo de confesar, que al igual que muchos infantistas, no he tenido la fortuna de leer todos los libros biográficos que sobre su vida se han publicado en estos casi 58 años que lleva de fallecido, pero los que he tenido al alcance, prácticamente los he devorado, ya que los he leído y releído vez tras vez. Del mismo modo, he aprovechado las publicaciones que se hacen por internet y en los foros de los clubes de admiradores a los cuales pertenezco para informarme más y mejor sobre la biografía del ídolo de ídolos del pueblo mexicano. Esto sin duda, nos ha permitido incrementar nuestro caudal de conocimiento referente a este artista irrepetible e irremplazable en el gusto popular.
“Foto de la Colección de Jonathan Clark publicada en Mariachi Channel, en la que puede verse a Pedro Infante acompañado de la diva argentina Libertad Lamarque en una escena de la película ESCUELA DE MÚSICA en el momento que interpretan Guadalajara”.
Sobre la estancia de Infante en el Perú, que es mi patria, y que es el país en donde existe mayor información sobre su permanencia y los escenarios en que actuó (tan solo superado por México), he recopilado valiosa información valiéndome de las publicaciones periodísticas que revistas y diarios capitalinos (matutinos y vespertinos) de ese entonces pusieran a disposición de sus lectores, muchos de los cuales ya desaparecieron, y que se han colgado en internet y publicado en los foros gracias a la labor titánica desplegada por sus admiradores peruanos, entre los cuales debo destacar las figuras de Luis Baca Díaz, Gregorio San Miguel y otros compañeros, que se tomaron su tiempo para acopiarla y hacerla accesible para todos quienes desean conocer la historia de vida de Pedro en nuestro país. Muchas de las anécdotas que hemos publicado en artículos anteriores las hemos obtenido de gente común, sensible y trabajadora, que fueron testigos presenciales de los hechos ocurridos, y que gentilmente accedieron a contárnoslas.
Decía líneas arriba, que he leído tantas veces los libros biográficos sobre Pedrito que han llegado a mis manos, así como publicaciones sueltas colgadas en internet, y en todos ellos, cuando se han referido al número de hijos que llegaron a procrear don Delfino Infante García y doña María del Refugio Cruz Aranda, todos ellos coinciden en señalar que fueron catorce, entre varones y mujeres, y que les sobrevivieron nueve, tres varones y seis mujeres. Según mi entender, en este punto de la biografía de Pedro falta información complementaria. En ninguna publicación se dice nada de los otros cinco miembros de la familia Infante Cruz que procrearon don Delfino y doña Cuquita. No se sabe, cuántos entre estos cinco hijos, fueron varones y cuántas fueron mujeres. Hasta ahora, se desconoce totalmente, porque no existe esta información, en qué momento de sus vidas fallecieron; las causas o circunstancias de las mismas; la edad que tenían cuando se produjo su deceso, etc. No deseando caer en disquisiciones, me gustaría saber al respecto, el género de todos ellos, si nacieron o murieron al nacer o si se perdieron producto de un aborto, la edad y sus nombres en caso llegaron a tenerlos. Juzgo que sin esta información, la biografía de Pedro no está completa, porque se está omitiendo una parte importante de la historia de su vida y de su familia.
Con esta idea revoloteando en mi cabeza, me puse a pensar en la posibilidad o en el supuesto de que se organizara un concurso sobre la vida de Pedro Infante, y que una de las preguntas qué se le formulara a uno de los concursante se refiriera sobre cuántos hijos llegaron a procrear don Delfino y doña Cuquita. El concursante respondería que catorce. Correcto y bien contestado exclamaría el animador. A otro concursante le tocaría en turno responder a la pregunta sobre cuántos hijos les sobrevivieron y cuáles fueron sus nombres. El concursante respondería que nueve y empezaría a mencionar sus nombres. Otra vez el animador exclamaría la categórica frase de correcto y bien contestado. Otro de los concursantes que ha respondido con antelación todas las interrogantes que le hicieron se dirige a su lugar para responder a otra pregunta. Cómo se llamaron los cinco hermanos/as de Pedro Infante de quienes se desconoce las circunstancias en qué perdieron la vida. El concursante mira en todas direcciones buscando que encontrar en algún lugar la respuesta para la interrogante que le fue planteada. Nada… nadie hay a la vista que pueda ayudarlo a absolver correctamente la inquisición formulada por el animador del programa concurso. Transcurrido el tiempo vuelven una vez más a plantearle la pregunta e inquirir una respuesta. El pobre concursante nervioso responde que no tiene respuesta para la pregunta, que esa información no se encuentra en ningún texto biográfico del ídolo de México, que probablemente nadie lo sepa y por esa razón en otros concursos similares nunca formó parte del cuestionario. Esta vez el animador no exclamará correcto y bien contestado como en otras ocasiones. El concursante alegará y exigirá que la producción del programa le señale los nombres. El animador demandará de la producción una respuesta a la exigencia del concursante. La producción se negará porque tampoco conoce la respuesta. Ante esta situación, la producción decide asignarle un comodín al concursante para que apele a este y se salve.
Como un admirador más del natural de Mazatlán, aprovechando que soy contacto en Facebook de don José Ernesto Infante Quintanilla, sobrino de Pedro e hijo de don Pepe Infante, el engreído del ídolo, y además, el más reconocido de sus biógrafos, por inbox le hice conocer mi inquietud respecto a esta omisión. Y es qué, si alguien debe conocer esta parte de la historia de la familia Infante Cruz, es él. Y porqué hice esto, se preguntarán muchos. Pues, en primer lugar, por qué me interesa saberlo; y en segundo lugar, como es de conocimiento general, está próximo a salir a la venta el tercer libro biográfico que ha escrito sobre su inmortal tío, y cómo se dice que se encuentra en la etapa de corrección antes de pasar a imprenta para convertirse en un nuevo libro, pensé que todavía hay tiempo para agregarle esta información que a todas luces es sumamente importante. Están pasando los días y todavía no he recibido respuesta a mi inquietud, pero, debo de manifestar, que me encantaría que quien en adelante se decida a escribir una nueva biografía del ídolo de México, no se olvide de considerar este detalle, que al igual que yo, muchos infantistas quisieran conocer.
“Pedro posesionado del escenario, sombrero en mano saluda al respetable que lo vitorea mientras les canta en una presentación personal acompañado del mejor mariachi del mundo: el mariachi Vargas de Tecalitlán” (foto publicada en internet y en los foros).
No hay que olvidar, y por consiguiente, siempre hay que tener presente que a 58 años de su desaparición física, Pedro Infante está más vivo que nunca. Sus discos se siguen vendiendo en cantidades que superan a muchos cantantes que se encuentran en actividad. Sus películas que se proyectan por las pantallas de televisión continúan convocando espectadores y la venta de las mismas en DVD o en versión Blu ray tienen altas demandas entre sus admiradores. Los libros biográficos que se ponen en venta, rápidamente son adquiridos en los puestos de expendio, lo que origina que las casas editoras se vean en la necesidad de publicar nuevas ediciones. Los programas musicales con sus canciones que se propalan por las ondas radiofónicas de muchas emisoras en diversas ciudades de diferentes países del mundo siguen contando con respetable sintonía, lo que los convierte en mecanismos comerciales altamente productivos para los patrocinadores que ofrecen sus mercancías a los oyentes de estos programas. Sin lugar a dudas, Pedro Infante es entre los cantantes y actores mexicanos de su tiempo, quien más fama alcanzó y gozó de la aceptación popular. Ni aquellos cuyas estrellas llegaran a brillar junto a la suya en el firmamento artístico azteca, lograron igualar, superar u opacar su resplandor. Su importancia fue tal que cuando se produjo su muerte, la llamada Època de Oro del Cine Mexicano, llegó a su fin. En ese momento, periodistas, productores, directores y compañeros de arte descubrieron con asombro de que un solo hombre había sido capaz de mantener vigente a toda la industria del espectáculo de su país. Su muerte vino a representar para la Industria Cinematogràfica Mexicana el fin de una etapa de auge y bonanza, para la cual no se había preparado ni tomado sus providencias. Igualmente, el fisco mexicano se vio privado de ingentes ingresos que las Productoras de películas anualmente pagaban por concepto de impuestos. Pedro Infante, el actor y cantante que en vida se apropiara de la preferencia popular -misma que lo situara en la cima de la pirámide en que se mide el nivel de preferencia de un artista-, mantiene firme su lugar de privilegio pese al tiempo transcurrido desde que se produjo su desaparición física, sin que se vislumbre la posibilidad de que algún otro ocupe su sitial.
Paul Riquelme García, joven abogado mexicano, escribió un libro biográfico sobre el ídolo de Guamùchil al cual tituló PEDRO INFANTE EL REY MÁS HUMILDE DEL MUNDO, como un sentido homenaje y un cabal reconocimiento a las elevadas virtudes que le eran innatas al antiguo carpintero de Guamúchil. Creo, que tal denominación le viene como anillo al dedo a este gran mexicano, por quien todavía suspiran las mujeres y se encelan los hombres.
Ya que estamos refiriéndonos a las virtudes más saltantes y reconocidas que poseía el hijo predilecto de Sinaloa, vamos a hablar de su carisma y sangre liviana que le permitía granjearse la simpatía de todas aquellas personas con las que trataba personalmente y también, con aquellas que disfrutaban de su arte a través de las pantallas cinematográficas. Y esto, no solamente se daba en México, sino que, era el común denominador en cuanto país visitaba.
Para que se entienda mejor esta empatía que rápidamente se producía entre el artista mexicano y el público que atentamente seguía su trayectoria, voy a narrarles una anécdota que sucedió en el Perú y me la reseñó mi buen amigo Luis Baca Díaz, a quien a su vez se la contó un comerciante informal dedicado a la venta de discos, libros, revistas, posters y otras chucherías antiguas. Como se sabe, Pedro Infante en Lima actuó durante tres días en el Cine Teatro Porvenir, que por esos días era el más moderno del Perú y estaba ubicado en la cuadra 5 de Prolongación Lucanas, frente a la rotonda en el barrio del mismo nombre, compuesto por edificios de cuatro pisos de departamentos multifamiliares que el Imperio Prado (dueños del Banco Popular del Perú, hoy desaparecido, pero que en esa fecha era la más renombrada entidad financiera del país) había construido en el populoso distrito de La Victoria. Por su cercanía al Mercado Mayorista y a la zona rosa de Lima, la delincuencia había sentado sus reales en dicho lugar. Cuando se dio la noticia de que Pedro Infante venía a Lima y que iba a debutar en el Cine Teatro Porvenir de dicho barrio, los delincuentes más avezados y el hampa organizada establecida en ese sector de la capital, en donde el peligro acechaba en cada calle, en cada esquina y que en su gran mayoría deben de haber sido admiradores del mazatleco, se preocuparon y movilizaron para evitar que ningún hecho fuera de lo normal interfiriera con la programación establecida. Es así, que los “capos, taitas y faites” más mentados del hampa limeña se movilizan para contactar con el empresario José Eduardo Cavero Andrade, propietario de Radio Victoria y responsable de la presencia del ídolo mexicano en el Perú, conjuntamente con la Cervecería Pilsen Callao. Le hicieron conocer su temor, el mismo que se circunscribía más que nada, en que a última hora podría decidirse dejar de lado la presentación del renombrado artista azteca en el Cine Teatro Porvenir por la fama negativa que había ganado el mencionado distrito. Se ofrecieron como “guaruras” (personal de seguridad) de Infante durante los días de sus presentaciones, así como de la gente que asistiera a ver sus actuaciones. Le dieron a Cavero las garantías de que nada malo sucedería. Se desconoce si llegaron a algún acuerdo, pero lo cierto es que durante los tres días que Infante actuó en El Porvenir, según las crónicas policiales, en todo el distrito de La Victoria no se produjo ningún robo, ningún asesinato y ningún simple asalto. La calma reinó en esa movida zona; calma que fue rota tan solo por la voz inigualable del antiguo carpintero de Guamúchil cuando entonaba sus canciones, y que gracias a su arrollador carisma y al buen trato que brindaba a todos aquellos que se le acercaban para requerirle un autógrafo o una entrevista en el caso de los periodistas, supo despertar en el ánimo y la voluntad de la gente de malvivir, la decisión de asumir una conducta intachable por esos días para no empañar sus actuaciones, las mismas que constituyeron un éxito rotundo para el divo mexicano, para los empresarios y patrocinadores.
De lo sucedido en uno de los más populosos distritos de la capital peruana, el lector puede colegir que lo más seguro es que el carismático y talentoso artista mexicano ni siquiera haya estado informado y mucho menos, haber tenido conocimiento de lo que se complotaba a espaldas suyas y de sus representantes; complot que no buscaba ocasionarle daño, sino, asegurar su presentación en el distrito de La Victoria. Lo que hay que destacar de esta anécdota, son los altos niveles de popularidad e idolatría que Infante había alcanzado no solamente en su país, México, si no, en gran parte de Latinoamérica, al punto que esa admiración que había logrado despertar en los individuos que conformaban los estamentos más bajos de la sociedad peruana discernieran sobre lo positivo y negativo de sus actos y decidieran no delinquir esos días en honor al insigne actor Pedro Infante.
Esto habla de la grandiosidad alcanzada por el sinaloense, merced a su gran capacidad actoral, a su magnífica calidad interpretativa y a su reconocido don de gente y bonhomía; cualidades y valores que le permitieron entronizarse en los hogares y corazones de sus admiradores, que le mostraban su preferencia adquiriendo sus discos, acudiendo a las salas donde se proyectaban sus películas y asistiendo a sus conciertos.
“Fotografías que muestran a Pedro Infante departiendo con los reclusos de la cárcel de Locumberry en México, a quienes visitaba para brindarles ayuda espiritual, apoyo económico y esperanza de justicia. También les cantaba temas que eran éxitos en su voz”
Puede que otro factor importante que haya influido para que el hampa limeña se haya mostrado condescendiente con Pedro y sus seguidores, es que hasta ellos haya llegado información sobre su comportamiento con los reclusos mexicanos que se encontraban cumpliendo condena en la cárcel de Locumberry, a quienes trataba por igual, con el mismo grado de respeto y las mismas consideraciones que a la gente de su entorno. En su criterio, el hecho de que esta gente haya perdido su libertad y se encuentre recluida en una prisión, no significaba que debería tratárseles como personas de conducta incorregible, o lo que es peor, como carne de presidio, por lo que el lugar en que la sociedad los había confinado era el correcto. Él se condolía y compadecía de estas personas y los trataba como a seres humanos comunes y corrientes, y no con desdén y desprecio como lo hacían otros. Esta gente marginal, al estar privados de su libertad, habían sido despojados de todo derecho, se les había despojado, incluso, de sus sueños de libertad, de su fe y esperanza en la justicia de los hombres. Pedro los visitaba para prestarles no solamente apoyo económico, también se hacía acompañar por profesionales en la rama del derecho (abogacía) para que les brindaran asesoramiento jurídico. A todos ellos les dirigía frases de consuelo y esperanza, y fe en la justicia divina. Antes de retirarse del reclusorio les alegraba el día, regalándoles en su maravillosa, cadenciosa, melodiosa y bien timbrada voz, hermosas melodías que constantemente eran solicitadas a las emisoras que las propalaban, y que se habían convertido en sorprendentes éxitos comerciales.
Siendo menester, en mi humilde opinión, que cuanta información poseamos los que nos decimos admiradores de Pedro la compartamos, quiero hacerles partícipes de una anécdota que me narrara en mi centro laboral el señor Francisco Aquilino Chaupis, un Guardia Civil (hoy Policía Nacional del Perú) jubilado que está próximo a cumplir 77 años de edad. Cuando Infante llegó al Perú, el mencionado señor contaba con 18 años cumplidos y recién había egresado como GC de la antigua Escuela de Guardias de la Guardia Civil del Perú (Personal Subalterno). El martes 15 de enero de 1957, Pedro concluía sus presentaciones artísticas en la ciudad de Lima actuando en funciones de vermouth y noche en el Cine Western, que se ubicaba en la cuadra 2 de Risso en el distrito de Lince, por lo que nuestro personaje que se encontraba de franco decidió asistir a la citada sala cinematográfica para verlo actuar. Se vistió de civil, acudió a la boletería y adquirió su entrada. Se dirigió a la puerta de ingreso, mostró su boleto a la recepcionista, ésta lo miró a la cara y al ver su rostro barbilampiño le preguntó su edad. 18 respondió. Le devolvió el boleto y le negó el acceso. Protestó el joven. Le dijeron que los menores de edad solo podían ingresar con sus padres o en compañía de alguna persona mayor. Sacó de su bolsillo su carnet que lo identificaba como Guardia Civil. Ni siquiera así le permitieron entrar. Llamaron a un guardia que formaba parte del contingente de seguridad en el local para que ayudara a la recepcionista a convencer al mozalbete, que protestaba airadamente, que no podía ingresar solo por su minoría de edad. El servidor, en lugar de apoyar a su compañero, sacó cara por la recepcionista y lo alejó de la puerta para dar paso a otras personas que protestaban y pugnaban por ingresar al cine. Se encorajinó el muchacho y en el acto tomó una decisión. Él no se quedaría con las ganas de ver a Pedro estando prácticamente adentro. Vendió su entrada, tomó un taxi y se dirigió a su casa. Se vistió con su uniforme de guardia civil y se dirigió al cine Western. Se encontró con una cola inmensa de gente que pugnaba por ingresar para escapar del sofocante calor que hacía afuera. Buscó la ayuda de un compañero de servicio para que lo ayude a ingresar. Esta vez, no tuvo necesidad de identificarse uniformado como se encontraba. De paso, la recepcionista no lo reconoció pues la luz era muy tenue al interior. Nada más entrar se encontró con otros policías uniformados que como él estaban de pie mirando al escenario en donde en breve debería aparecer el famoso charro azteca. Los uniformados, conversaban entre ellos y celebraban estrepitosamente alguna ocurrencia. Por fin apareció Pedro en el escenario y el mariachi Perla de Occidente, que lo había antecedido, lo recibió a los compases de MALDITA SEA MI SUERTE, que era el tema de su presentación. Al final, la actuación de Pedro fue grandiosa y el respetable lo premió con un aplauso prolongado por su entrega en cada canción que interpretó. Cuando se despidió del público, mucha gente lloraba. Nadie se guardaba nada, todos exteriorizaban sus sentimientos, su sentir. Hombres, mujeres, jóvenes y niños gritaban su nombre y pugnaban por subir al escenario para estrechar su mano y prodigarle un abrazo de ser posible, que hubiera sido más cálido por la alta temperatura reinante. Con una dulce sonrisa en los labios, nuestro anciano narrador, recuerda que empujado por los arrebatos de su edad juvenil de aquel entonces, también sintió ganas de trepar al escenario y decirle a Pedrito lo que se le viniera a la mente en ese momento, pero no encontró ánimos para hacerlo. A su decir, la gran satisfacción que tuvo y tiene, es que no se dejó vencer por los obstáculos que se le presentaron para lograr su objetivo. A sus 18 años, con la seguridad que su formación castrense le daba, superó sus miedos y temores y coronó su tesón y porfía con el recuerdo imperecedero de haber visto y oído cantar a Pedro Infante en persona. Ah, y todavía gratis, pues la entrada que compró la vendió cuando decidió ponerse su uniforme para poder ingresar al cine. En ese entonces, la mayoría de edad en el Perú recién se adquiría al cumplir los 21 años. A partir de esa edad, hombres y mujeres se convertían en ciudadanos y portaban su documento de identidad (Libreta Electoral) con lo que se les empezaba a tratar como adultos. Hoy, al paso del tiempo, es válido preguntarse cuántas personas como don Francisco habrán tenido que sortear tantos obstáculos para poder ver y oír cantar personalmente a Pedro Infante -reconocido por la prensa especializada de ese entonces como el artista más famoso-, para vivir la mejor de las experiencias y recordar que sobre el tabladillo destacó como un gran profesional del arte, sin dejar de ser un mortal común y corriente, que siempre mostró la mejor predisposición para atender a quien se lo requiriera.
En estas dos anécdotas que les he contado, los lectores habrán podido apreciar que quienes nos las compartieron nos muestran a personajes de carne y hueso que sentían un enorme cariño y una gran admiración por el nacido en Mazatlán, que estaban dispuestos a hacer lo imposible para lograr un objetivo, cuál es, presenciar personalmente la presentación artística de su ídolo en suelo peruano, porqué quizá nunca más en sus vidas tendrían otra oportunidad de hacerlo. En estos dos casos, la perseverancia de los protagonistas permitió que su porfía y tesón al final fuera recompensada, ya que de no haber persistido en su intento de ver a Pedro no lo hubieran conseguido.
Siempre se ha dicho que Pedro Infante era un hombre de muy buen corazón que se conmovía y condolía de la miseria y pobreza humana, por lo que estaba dispuesto a socorrer y apoyar a esta gente poniendo lo suyo para ahuyentarla de sus vidas. Y es que estos cuadros le acongojaban el alma y terminaban por deprimirlo. Por eso, en cuanto pudo, dejó el hogar paterno y partió a la capital en busca de mejores condiciones de vida para él y su familia. Una vez conseguido este objetivo, miró a la pobreza de manera diferente. Se dio cuenta que no era invencible, que se podía salir de ese estado. Si él había logrado vencerla y desterrarla de la vida de los suyos, ayudaría a otra gente a hacer lo mismo. Su identificación con la población pobre, humilde y menesterosa, agudizó su afán solidario y el ardiente deseo de brindarles ayuda y apoyo oportuno. Quiso ver en los rostros de esta gente una sonrisa de felicidad y para ello no escatimó esfuerzos ni gastos. Siempre estuvo presente cuando más se le necesitaba. Quiso paliar el dolor y el sufrimiento de la gente menos favorecida y se las ingenió para ayudarlos a conseguir algo que les alegrara la vida, siquiera por unos momentos. Un claro ejemplo de lo que se dice, son los regalos que año tras año repartía en Pascua de Reyes a los niños pobres que acudían a su casa de Cuajimalpa, los cuales se retiraban felices con los obsequios que el de Sinaloa les daba.
”Foto de la casa de Cuajimalpa que perteneció a Pedro e Irma Dorantes en la que puede apreciarse en la parte exterior de la misma la cola grande de gente pobre, humilde, necesitada y menesterosa que esperanzada acudìa a recibir sus regalos por Pascua de Reyes”
Comparto con ustedes queridos lectores, una nueva anécdota, la misma que me fuera reseñada por don Lizardo Arroyo Almora, un venerable anciano de casi 75 años de edad, que en los días en que Pedro Infante realizó presentaciones artísticas en el Perú era un mozalbete de 16 años. Con el tiempo llegaría a convertirse en un efectivo del Personal Subalterno de la Guardia Civil del Perú y hoy es un policía jubilado desde hace aproximadamente 20 años. Su familia tenía fijado domicilio en uno de los edificios del Barrio de El Porvenir, exactamente a dos cuadras del Cine Teatro del mismo nombre. Uno de los días en que el sinaloense actuó en la mencionada sala de espectáculos, acudió en compañía de sus padres y de un hermano. Las butacas preferenciales tenían un precio de S/. 35.00 soles de oro (que tal era la denominación de nuestra moneda en esos días), lo que les permitía ocupar un lugar de privilegio y no perderse detalle alguno de cuanto ocurría en el escenario. Adelante, muy cerca de ellos se encontraba un pequeño grupo familiar que vivían eufóricos el momento, y qué con cada interpretación del ídolo del disco y la pantalla grande armaban tremenda fiesta. Todos aplaudían a rabiar las interpretaciones del cantante y hasta le hacían los coros en algunas canciones. Había entre ellos uno que destacaba por sobre sus demás acompañantes, por la alegría qué emanaba de su ser, la felicidad que reflejaba su rostro y la bella sonrisa que se dibujaba en su boca. Era, que duda cabe, el alma de la fiesta, el que más gozaba y deleitaba con el espectáculo, el que le ponía la chispa a la reunión y no obstante ello, jamás intentó ponerse de pie. Todo lo hacía sentado en su butaca. Esto no pasó desapercibido para el astro mexicano, quien después de terminar de cantar uno de los temas musicales que el público le había solicitado, le habló algo al oído a Fernando Farrés, locutor de Radio Victoria que animaba el espectáculo esa noche. Farrés que también era un reconocido cantante de óperas y actor de teatro y radionovelas, era viejo zorro de la locución y animación. En un momento dado, animó a la concurrencia para que se ponga de pie y escuche en esa posición a Pedro. El único que permaneció sentado en su butaca fue el joven que se encontraba adelante, casi frente al micrófono. Cuando terminó Pedro de cantar, Farrés, micro en mano desde el escenario invitó al joven a subir para poder compartir. Este, agachándose recogió del suelo un par de muletas que utilizaba para movilizarse. Recién se percataron Farrés y Pedro de que el joven era paralítico. Cuando el joven estuvo en el escenario muy cerca de Infante, recibió el aplauso espontáneo del respetable. Tocado en las fibras más íntimas de su ser, Pedro, después de agradecerle con suaves y dulces palabras su asistencia al Cine Teatro para verlo actuar, le obsequió el sombrero de charro que hacía juego con el traje que lució aquella noche. No esta demás decir, que el público agradeció el gesto de Pedro para con el joven paralítico y premió su acción con un prolongado aplauso.
Son estos hechos los que mantienen vivo el recuerdo de Pedro en el imaginario colectivo, y quien es su admirador quiere recordarlo siempre con vida, alegre y festivo como era, radiante de felicidad y grande entre los grandes.
También, esta es la razón de haberle puesto como título al artículo CUÁNTO SABEMOS DE PEDRO SUS ADMIRADORES EN TODO EL MUNDO, porque no concebimos que alguien que dice ser un admirador de Infante, circunscriba esa admiración a escuchar sus discos y ver sus películas tan solamente, sin interesarse por conocer su vida y su obra.