Nací en 1986, lo que implica que gran parte de mi infancia y pubertad la viví en los noventas. Hoy, hablar de esa década se vuelve cada vez más lejano, casi como cuando escuchaba a mis papás hablar de su juventud y la música “disco”; y es que, aunque me niegue a aceptarlo, el transcurso del tiempo me hace añorar esos años donde bastaba llegar de la escuela, quitarme el uniforme, alistar mi walkman con audífonos de esponja y escuchar música el resto del día hasta que empezara mi serie favorita, “Home Improvement” que en México se conoció como “Mejorando la casa”.
Los 90’s estuvieron marcados por varios sucesos políticos y sociales importantes. Tanto en México como en el mundo se vivió una transformación que algunos expertos comparan con la que se vivió después de la Segunda Guerra Mundial. Sucesos que van desde la Guerra del Golfo hasta el mito de “El chupacabras”, de la muerte de la princesa Diana y el asesinato de un candidato presidencial en México, a las tardeadas coreando las canciones de moda y los viernes en la pista de hielo de San Jerónimo. Ustedes juzgaran si no somos una generación que creció entre enormes y “bellos” contrastes.
Y a todo esto me propuse hablar de los noventas porque hace unos meses, me encontraba yo en el Auditorio Nacional, acompañada de mis amigas de muchos años, esperando a que salieran al escenario dos de los grupos que le pusieron nombre a nuestras canciones favoritas en la “infa-lescencia” (término que se me ocurrió para englobar la infancia, pubertad y los primeros años de adolescencia), si estoy hablando del reencuentro de OV7 (Onda Vaselina) y Kabah.
Personalmente, viví en los noventas cantando “La calle de las sirenas”, “Mírame a los ojos”, “Dime que me amas”, entre otras canciones interpretadas por grupos emblemáticos del pop mexicano, mismos que para ser honestos son contados con una mano los que aún se recuerdan, ya que la mayoría de ellos fueron “One Hit Band” y, para ser sinceros, fueron “grupos de plástico” (agrupación musical que interpreta canciones pop, donde la gran mayoría de sus integrantes no tienen voz para el canto, pero tienen imagen y presencia escénica).
Aun así, ¿quién de mis contemporáneos no coreó y bailó “Azúcar amargo”, “Laura no está” del desaparecido Nek (al menos en México, pues sigue su éxito en Italia), “La Macarena”, “Vuela Vuela”, etc?… ó mejor aún, ¿quién no se desgarró las vestiduras o dio su primer serenata a ese primer amor cantando “Te quiero tanto”, “Mi historia entre tus dedos”, “Otro día más sin verte”, “Si tú te vas”, etc.?
Dejando la música atrás, ¿qué decir de la moda?. Los tenis de plataforma en colores vistosos, pantalones a la cadera, que si eran de cuadros o rayas serían más “chic”, y no podía faltar una “dona” para el cabello adornando cada una de nuestras muñecas al estilo Fey; los collares y pulseras de plástico, colgarnos una pequeña mochila en la espalda, peinarnos con gel y ponernos “piojos” en el cabello, usar anillos con caritas felices, y maquillarnos con los labios verdes al estilo Spice Girls, las visitas al dentista aumentaron porque cada vez más niñas querían tener “brackets” con ligas de colores.
Si de televisión se trata, todos nosotros conocemos a la maestra Jimena y a María Joaquina porque vimos “Carrusel de niños”, vimos la primer generación de los Power Rangers (las demás no la igualan), nos carcajeábamos con la frase épica de “No la mamá” o la canción del “Nene consentido” que salía en la serie “Dinosaurios”.
Soy de esa generación que respetaba a los maestros en la escuela y sabíamos que si hacíamos algo mal habría consecuencias, no solo amenazas; soy de los que crecimos sin preocuparnos por cuantos amigos teníamos en Facebook, de los que no teníamos tabletas ni celulares pero nos bastaba con salir a andar en bici o patines, jugar escondidillas, “futbase”, o echarnos a correr cuando tocábamos los timbres del vecindario.
Fui de los que disfrutábamos comernos unas “Pizzerolas”, de los que probamos los “Brinquitos” en su primera edición; comíamos paletas de “Semáforo”, y fuimos testigos de que andar con la boca azul fue una moda con la aparición de la paleta “Pinta Azul” de dulces Vero. Los domingos eran para comprarse la tradicional “Cajita Sonrics” que traía un muñeco de regalo (yo aún conservo algunos); existían los chicles “Motita” y si era de piña era mejor, además nuestros primeros anillos fueron “Ring Pop”
Fuimos la generación de experimento mercadológico para marcas como Sabritas con la primera edición de “Tazos”, Pepsi con la colección de “Pepsilindros” (¡Sí!, cambiaban de color cuando bebias algo frio), Bimbo no se quedó atrás y sacó los “Camioncitos Repartidores”, y Coca Cola con los tradicionales “yoyos”.
Fueron años para mí, inolvidables. Quizá hoy también muchos de los que leen esto estarán pidiendo regresar el tiempo y vivir un día más en los 90, que aunque contrario a la evolución tecnológica y a la propia de las sociedades, sería una buena idea para pasar un domingo en las desaparecidas tiendas de helados “Bing” pedir un “helado flotante” luego de salir del cine Latino después de ver “Toy Story”.
No cabe duda, recordar es vivir…