¿Por qué nos cuesta mucho aceptar las cosas? ¿Por qué tenemos esa pequeña maña de negarnos a ver la realidad de situaciones que vivimos? Pasa mucho cuando nuestro trabajo ya no genera esa emoción, o cuando sabemos que nuestra relación ya no es la misma y porque no decirlo, aceptar abiertamente los sentimientos que pudiéramos albergar por alguien.

Para las personas que se encuentran fuera de ese rollo existencial, les resulta tan fácil darnos soluciones; animarnos para que dejemos la tontera de lado y hagamos lo que podría ser lo correcto… Pero ahí vamos a necear un largo tiempo (en el mejor de los casos agarramos al toro por los cuernos y decimos mingue a su chadre, a ver qué pasa) pero regularmente nuestro Pepe Grillo personal se la pasa jorobando sobre el destino incierto que nos espera.

Le damos tantas vueltas a las cosas (aunque lo nieguen, sabemos que es verdad) que la pequeña tormenta en un vaso de agua se vuelve un tsunami devastador que no dejó más que perdidas y la peor de todas es que ni siquiera fuimos capaces de disfrutar algo de nuestro rollo mental. Vivimos pensando en aquellas cosas que no se dijeron ni se hicieron en el pasado y jurando que en el futuro (no palpable ni asegurado) por fin cambiaremos la estrategia.

La neceada no es mala pero tampoco la podemos hacer una forma de vida. Es normal que un día se sientan con ganas de llorar y lamentarse de cosas pero ¿Qué sucede cuando eso se vuelve una constante en su diario vivir? Pues comenzamos a enfermarnos de situaciones tóxicas, recordamos cosas no hechas ni dichas y es ahí donde todo se va muy muy lejos.

Yo me declaro fan número 1 de la neceada (pregúntenle a mis amigos queridos o a mi familia)… Neta me azotan cosas que después de analizarlas a profundidad digo ¿es cierto que por esto hice un tormenton? ¿O sea así de intensa me veo? O ya de plano mejor opto por ponerme una bolsa de papel en la cabeza por la vergüenza que días u horas después llega a mi mente.

Pero ¿Alguna vez dejaremos de necear definitivamente? ¿Cómo se puede controlar la necesidad tan imperiosa de comenzar a renegar de todo o de todos? ¿Cuándo decidimos que fue suficiente de darle vueltas y vueltas al mismo tema? Creo firmemente que cada uno de nosotros es tan pero tan inteligente que sabe cuándo es el tiempo justo de decir: ¡¡ESTO SE ACABO, YA!!.

En las columnas anteriores les he dicho que no culpen a terceros de todo lo que ustedes viven: que tengamos los pantalones o las faldas suficientes de aceptar las consecuencias de nuestros actos, de dejar a un lado la presunta culpabilidad de Deidades en la mala fortuna o en las situaciones que no siempre salen como uno quisiera.

Ojala todos tuviéramos la fuerza, el coraje, la madurez o la fortuna para vivir según cada consciencia dicte: poder dejar de sobrevalorar cosas que son tan pequeñas o bien restándole importancia a nuestras reacciones. Es horrible hablar con la gente a la que le tienes infinita confianza y te digan: NECEANDO EN 3…2…1 neta la vergüenza si debería apoderarse de cada uno y decir ya para esta loquera.

¿Por qué si somos seres racionales e inteligentes nos complicamos la existencia dándole valor a cosas que no lo tienen o dejando de disfrutar los momentos presentes por andar pensando en algo que aún no está aquí? Hagamos el firme propósito de abandonar el momento del azote y cambiémosle el mood a la vida: STEP BY STEP, DAY BY DAY.

Y si neta son reyes en “Necilandia” comiencen a pensar que la gente se terminara hartando: que al ser taaaan repetitivos pueden alejar lo que realmente siempre estará ahí para ustedes y que de tanto reproducir el disco, se raya y comienza a ser molesto.

Trabajemos con esto para poder ver el horizonte sin ansiedad ni miedo; para disfrutar todo aquello que se nos ponga en el camino y porque no, para demostrarnos cada día que podemos hacer del viaje algo tan ligero y confortable, que valga la pena repetir.