¿Quién de ustedes ya cuenta con un bien inmueble: llámese casa, departamento, terreno, etc? Me imagino que cuando decidieron adquirirlo verificaron costos, ubicación, rutas de desplazamiento, comodidad y seguridad… Pero también un factor muy importante que los animó a adquirirlo fue ese clic que sintieron al verlo, esa belleza que proyectaba o que esa ilusión que siempre han tenido de decoración que encajaba perfectamente con lo que estaban viendo…
No soy una experta en bienes raíces y esta columna no se trata de la adquisición de los mismos, sino de una loca e irreverente analogía que tengo en mi cabeza: CADA UNO DE NOSOTROS SOMOS UN DEPARTAMENTO, CASA, TERRENO en este mundo de relaciones personales, laborales… En un mundo donde desafortunadamente la imagen vende más que las buenas ideas (no siempre pero si generalmente).
No pretendo involucrarme en temas religiosos ni controversiales pero bien dicen que nuestro cuerpo es un templo; es el único que tendremos a lo largo de nuestra existencia y como siempre sucede, quienes le partimos el esquema bien y bonito somos nosotros mismos. No sólo nos malpasamos con la tragadera o con las fiestas cada ocho días, no sólo hablo de que fumemos como locos o bebamos refresco como si no hubiera mañana: hacerle daño a tu cuerpo implica también darle lugar a sentimientos que no tienen trascendencia más que lo negativo; odios, rencores, envidias, etc.
Cada uno de nosotros (lo acepte o lo niegue rotundamente) espera la aceptación externa; nos empeñamos en encajar en un standard impuesto, queremos ser graciosos aunque a veces rayemos en lo ridículo o en lo hartante solo por “no estar solos”, intentamos a toda costa obtener un lugar en un núcleo de personas sin darnos cuenta del costo tan elevado que estamos pagando…
Pero muchachos, esto de nada sirve si ni siquiera sabes quién carambas es uno mismo. Es horrible tener la idea de construir algo maravilloso en un terreno enorme, con una vista del horizonte maravillosa, con una luz perfecta y todo lo mejor que pudiéramos desear pero sin querer derrumbar la obra anterior y limpiar perfectamente los escombros. Es tan inverosímil querer utilizar el terreno cuando hemos sido incapaces de limpiar toda la suciedad que la demolición dejó a su paso. (Eso cuando por fin aceptamos que debemos tirar todo y comenzar de 0)
Hablando desde mi trinchera debo confesar que mi departamento se encontraba jodidisimo: tenía el peor concepto de mí, creía que por ser “mala” me merecía lo peor del mundo, que en mi vida NO se encontraba la palabra “FELICIDAD” y que cada vez que me sintiera un poco afortunada, algo cañón tendría que pasar para que cubriera el costo de mi dicha… Neta, así o más freak!! No niego que en ocasiones aun pasan esos pensamientos nefastos y mal vibrosos por mi cabeza pero he tratado de rehabilitar mi alma, mi mente y mi ser. (Me está costando mucho pero espero continuar avante).
Hoy, los espitirus del cielo (así le llamo a mi ser Supremo) me han puesto en el camino situaciones que no se resolverán si sigo actuando y pensando como hasta ahora… Y así de repente lo que a mí me funcionaba a las mil maravillas (o eso creía yo) hoy me resulta obsoleto y es aquí cuando todo parece cobrar sentido: la reconstrucción del “depa” depende al 100% de mí… confieso ante todos ustedes que el miedo me paraliza en ocasiones pero ahí les va el dicho mejor dicho: Si no lo hago yo, ¿quién chingallos lo hará?
Queridos (as) USTEDES MISMOS SON SU ÚNICO HOGAR, EL ÚNICO PATRIMONIO TANGIBLE QUE TENDRÁN POR EL TIEMPO QUE ESTEN EN LA TIERRA, USTEDES SON LOS DUEÑOS, AMOS Y PROPIETARIOS DE SU MUNDO… Haganse un tremendo favor y no se jodan con cosas tontas, con pensamientos mediocres que jamás los dejaran crecer, con pequeñas acciones que lo único que hacen es hundirlos más en un lugar del cual cuesta mucho salir.
Destruyan si es necesario, dense el tiempo suficiente para limpiar todos aquellos residuos que hayan podido quedar y el día que comience la obra nueva, tengan a la mano los planos de lo que tanto anhelan; vean los colores preferidos, la decoración maravillosa que lograrán con un poco de esfuerzo y dedicación. Coloquen puertas, ventanas, hagan los acabados pertinentes para que su hogar sea el lugar donde deseen estar, donde sean felices y que aprendan el verdadero valor que tiene.
Algún día habrá un alguien que quiera compartir a su lado la majestuosidad de su creación y si ya hubiese una persona especial, les puedo jurar que agradecerá demasiado la transformación que hayan tenido. Pero antes de que eso suceda, háganlo por ustedes mismos…