Hablar de los hombres lobo siempre resulta fascinante, ya que para muchas personas es más creíble la existencia de estas bestias, que la de los vampiros. En los pueblos de México, sobre todo al sur de nuestro país existen varias leyendas sobre los nahuales; gente que podía convertirse en lobos u otro animal; inclusive en Huayacocotla, en el estado de Veracruz, existe una cueva que le llaman así “La cueva del Nahual”, por la cual, dicen, salía un extraño ser que mataba ovejas y, en el peor de los casos humanos.
Uno de los casos más antiguos sobre los hombres lobo, data del siglo XVI en Francia. Una persona llamada Gilles Garnier admitió haber matado a varios niños sólo con su boca y sus manos como garras. En el juicio –que se celebró en 1573- se determinó que fuera quemado vivo por sus brutales asesinatos.
Tiempo después, en 1595 se dio un caso más de licantropía en Francia. Un individuo llamado Jean Peyral declaró a las autoridades que él podía transformarse en un hombre lobo, esto gracias a un pacto que había hecho con el Diablo. Se le acusó de varios crímenes y fue condenado a muerte.
Tres años más tarde, en 1598, en el distrito del Conde –en Francia- las personas tuvieron una experiencia aterradora; ahuyentaron a tres lobos que devoraban a una niña. La gente, indignada, buscó a las bestias para matarlas pero no tuvieron éxito. Detrás de unos arbustos se escondía un hombre andrajoso, con la ropa rota, el cabello largo y la mirada perdida.
Lo llevaron a la corte y ahí, Jacques Rollet –el acusado- confesó que por medio de un ungüento podía transformarse en un lobo y que, los otros dos lobos que estaban con él comiéndose a la niña, eran sus hermanos.
Por los tres casos que hasta aquí hemos visto, parecería entonces que el hombre lobo es de Francia, pero no. En Polonia en el siglo XIX se dio un caso muy interesante. Mientras los pobladores de Vístula celebraban el término de la cosecha con una fiesta, escucharon un tremendo aullido.
Salieron a investigar y se guiaron por los ruidos que hacía la bestia. Vieron entonces a un enorme lobo que traía entre sus garras a una mujer; la dama era del pueblo y ya estaba pedida en matrimonio. Los señores intentaron rescatarla, arrebatársela al maligno ser pero fue inútil; lo anecdótico era que el novio de la chica, llamado Juan, no se veía por ningún lado, por lo cual creyeron ya había sido asesinado y devorado por el animal.
Pasó el tiempo y de la mujer, así como del novio no se supo más, hasta que varios años después y, durante la celebración de otra fiesta, un anciano apareció en el pueblo y fue reconocido por uno de los habitantes. -¿Eres Juan? Le preguntó el lugareño. –Así es. Le dijo el visitante.
La gente al enterarse que Juan había regresado al pueblo, comenzaron a rodearlo, preguntándole qué había pasado con él durante tantos años; porqué había desaparecido tan misteriosamente. Juan los miró con tristeza y les confesó la verdad. Esa bestia que había raptado a su prometida, y que pensaban que lo había asesino, era él convertido en hombre lobo. Difícil de creer, pero les mostró en ese instante sus manos llenas de sangre de sus víctimas; la maldición se la había hecho un brujo.
No había terminado de narrarles su historia cuando Juan sintió un fuerte dolor en el pecho y comenzó a gritar, su transformación en un lobo humano había comenzado. La gente echó a correr y Juan ya convertido, desapareció para siempre.
Los últimos reportes de gente que se ha transformado en lobos u otro animal, datan ya de varios años, como uno ocurrido en la isla de Sumatra en 1927. El testigo y a su vez protagonista, fue un dentista holandés, el doctor Von Kleiweg quien llegó a la India para ofrecer sus servicios.
Entre sus pacientes se encontraba un joven llamado Tjindaku, quien quería unas amalgamas de oro; el doctor lo atendió y se dio cuenta que éste tenía un labio superior diferente al de la demás gente. La asistente de Von Kleiweg, quien era de esa región, le advirtió que una persona con ese tipo de deformación, era capaz de convertirse en hombre tigre.
El rumor de que Tjindaku era un hombre tigre, llenó de temor a los vecinos, quienes exigieron a las autoridades encarcelarlo. Cuando la policía quiso detenerlo, sólo para cuestionarle, éste reaccionó violentamente y huyo a la selva, no sin antes herir a una persona.
Los oficiales contrataron a un cazador profesional y, junto al dentista, se fueron a la selva para capturarlo. Cuando se internaron, siguieron las huellas de Tjindaku, pero se desconcertaron cuando se dieron cuenta que las pisadas humanas se habían transformado en las de un tigre.
De repente, un tigre enorme se les aventó e intentó atacarlos, pero lograron matarlo. Al acercarse al animal, el dentista observó que el felino tenía dos dientes de oro. Nunca más se volvió a ver a Tijdaku.
En la actualidad no existen más casos o reportes de este tipo, el último que se dio fue en 1975 en Inglaterra sobre un chico de 17 años que se quitó la vida por creer que era un hombre lobo. Lo insólito fue que uno de sus amigos –quien declaró a la policía- dijo que antes de que esta persona se suicidara, lo llamó para decirle que se estaba transformando, e inclusive escuchó gruñidos.