En un mundo competitivo, acelerado y globalizado como el que vivimos hoy, es común que los emprendedores estén buscando nuevas soluciones que generen valor agregado para sus negocios, que les permitan acceder a un número mayor de clientes, reducir sus costos y facilitar sus procesos.
Si bien es cierto que no hay una receta para lograr tus objetivos específicos de negocio, y que además, existe una cantidad inmensa de variables que determinan la toma de decisiones y el actuar de los emprendedores, debe haber un factor constante “la innovación”.
La innovación en términos económicos se define como “la imposición de una novedad técnica u organizacional en el proceso de producción y no simplemente el correspondiente invento” (Joseph Schumpeter, Teoría del desarrollo económico). Como ésta son muchas y muy diversas las definiciones del término, sin embargo son pocas las que engloban de manera precisa algo, si me permiten decirlo, indispensable para innovar, “la actitud”.
Y es que no es para menos, hablar de innovación implica cambiar de mentalidad y tener la mente abierta a nuevas formas, a nuevos conceptos, procesos e incluso convivir con posibilidades inimaginables; al final innovar se apega a la ruptura y un tanto a la “locura”, al divorcio de ideas fijas y a la constante pregunta de ¿será que puede ser mejor?
Cabe señalar que la meta de innovar no es sólo generar una gran cantidad de ideas, es más, ni siquiera una idea es innovación por sí misma. Se podría decir que para innovar no hay que tener muchas ideas, pero si las mejores.
Para que una idea pueda considerarse innovación debe estar alineada a la estrategia del negocio, y por lo tanto a los objetivos estratégicos que se tengan.
Algunos expertos dicen que la innovación es un proceso que va desde el planteamiento estratégico de un negocio, hasta la conclusión del mismo en la generación de un nuevo producto o la implementación de una mejora, sin embargo, es importante mencionar que el “proceso” de innovar no es lineal y debe ser continuo considerando las etapas que muestra el siguiente esquema:
Como podrán observar, se compone de tres grandes bloques, el primero que contiene las etapa de Estrategia y Portafolio, en ella habrá que generar y analizar el contexto, la estrategia de negocio y desde luego la variedad de ideas con las que contamos.
El segundo bloque contiene tres etapas, Investigación, Detalle y Desarrollo; éstas son las etapas en las que un equipo multidisciplinario deberá conformarse y trabajar de la mano para aterrizar la idea tomada del portafolio de proyectos innovadores.
En el bloque 3, encontramos el producto final o bien la implementación de un procesos de mejora. En esta etapa debemos tomar en cuenta los indicadores que planteamos en la etapa de estrategia, para corroborar que nuestro proyecto de innovación cumple con lo que originalmente fue planteado.
Puedo concluir diciendo a título personal que la innovación es un camino que no tiene fin, si deseamos permanecer en la competencia del mercado, más que un proceso, la innovación es cuestión de actitud, compromiso y búsqueda de soluciones.