INTRODUCCIÓN.
Bienvenidos al rincón de la Marquesa de Buenavista, donde periódicamente compartiremos pinceladas de cotidianidad, ráfagas vitales que tal vez nos resulten cercanas o increíbles; donde las historias se repiten y repiten, sólo cambiando los nombres de los protagonistas, como dijera Víctor Hugo, mientras que el carrusel de la vida gira…y gira…
Pincelada 1
FINAL DE CARNAVAL
Por: La Marquesa de Buenavista
Anochece, es el último día de Carnaval; los últimos ladridos de los perros anticipan que ya no volverán a esconderse ante los escopetazos de los danzantes y la algarabía de la fiesta. La música se va diluyendo entre la lejanía y la oscuridad de la noche que se va apoderando de calles y callejones del pueblo. Ahora sólo el rítmico golpeteo de sus pasos acompaña a los danzantes que, en una serpenteante hilera, se van alejando del centro del poblado, al tiempo que lanzan pasmosos gritos totémicos y alaridos surgidos de lo más recóndito de sus entrañas, porque, ya sin la protección de la máscara liberadora, una a una las tradiciones, las limitaciones, el deber ser cotidiano vuelven a incrustarse en sus rostros sudorosos y jadeantes, regresando para modelar la impasibilidad facial, aceptada socialmente y aprendida desde la más temprana edad. Mientras que el otro rostro, la careta que durante unos días les permitió cumplir sus deseos y liberarse del status quo, se mece en una de sus manos, mostrando las huellas del trajín experimentado y acumulando humores, pero sobre todo aspiraciones cumplidas, carnalidades satisfechas sin hacer caso del qué dirán, y también atesorando huellas de rituales propiciatorios que garantizan la continuidad del grupo, de la vida, de los ritmos vitales…
Mientras el danzante se dirige a su casa, el otro rostro, el liberado, ahora se balancea pausadamente, asido por los temblorosos dedos de la mano, ha cumplido su misión: ser el medio para abrirse (rajarse) al “otro”, aunque sólo sea por unos momentos para resistir la soledad de la vida cotidiana, ayudado, tal vez, por la música estridente y el alcohol.
… … …
Solo, ya despojado de su vestuario, sentado en la orilla de su cama, el danzante cavila sobre las experiencias vividas cuando pudo ser otro, mientras que, colgada en la pared, la máscara, con su mirada que no ve, lo observa en espera de que el ciclo festivo dé un giro completo y ella pueda volver a vivir…