La Revolución Mexicana de 1910, la primera del siglo XX, por encima de la multienarbolada rusa, trajo para el país nuevos aires de renovación en todos los ámbitos de la vida nacional; por ejemplo, en el ámbito de la educación y cultura, el secretario del ramo, José Vasconcelos, emprendió una titánica campaña de alfabetización, contando con el trabajo incondicional de los maestros, mientras que en la vida cultural se fundamentó y desarrolló la llamada Escuela Mexicana, en la que una pléyade de artistas tomaron parte, aunque cuando se hace mención a dicho movimiento, se destaca la labor de los “Tres Grandes”: Diego Rivera (quien después de haber abrevado en las renovadoras aguas de las nuevas escuelas surgidas al término del siglo XIX y principios del XX, y de haberse acercado a la obra mural de los pintores italianos renacentistas, de regresó a México, volvió su mirada a la vida cotidiana, sobre todo de los campesinos e indígenas, para de ahí extraer sus temáticas, aunque, a veces, se le ha acusado que algunas rayaban en el folclorismo, y, de que no obstante pertenecer al partido comunista, de continuo coqueteó comercialmente con los magnates yankees), José Clemente Orozco (el cual se emparenta formalmente con el expresionismo alemán, y aunque los temas que abordó son de corte eminentemente social, apoyó a la dictadura de Victoriano Huerta) y David Alfaro Siqueiros (el más radical de los tres y vinculado con los movimientos de tinte socialista; participó en un atentado para asesinar a León Trosky, por orden del dictador Stalin; además a él se debe el texto y lema de “No hay más ruta que la nuestra”, no puede haber radicalismo más extremo; formalmente, su obra se emparenta con vanguardias como las italianas (futurismo) y con la experimentación de nuevos materiales plásticos, siendo sus temáticas de orientación “socialista”, principalmente).
Entre los “otros” se encuentran figuras de primer nivel (Pablo O’Higgins, Roberto Montenegro, Ramón Alva de la Canal, etc.), pero sobresale, a la altura de los “Tres Grandes”, Rufino Tamayo, nombre con que trascendió el tiempo Rufino del Carmen Arellanes Tamayo (Cd. de Oaxaca, 25 de agosto de 1899 – Cd. de México, 24 de junio de 1991).
Rufino Tamayo. Revista Life. 1953.
La obra de Tamayo se caracteriza por integrar aspectos formales de las culturas precolombinas con los generados por las vanguardias europeas, como el impresionismo y el cubismo, de las cuales nunca se apartó; sus temáticas no son anecdóticas ni doctrinarias, es el Hombre en su circunstancia cotidiana y ante la inmensidad del Universo; en sus lienzos, los referentes temporales son casi inexistentes. De ahí su lejanía con los “Tres Grandes”: la obra de arte no como panfleto ni como arma ideológica. Aunque siempre se manifestó comunista, los vínculos de Tamayo con el mercado del arte, a través de su esposa, Olga Flores, siempre estuvieron enfocados, sobre todo, al internacional, y en particular al estadounidense.
Sería repetitivo abordar los aspectos biográficos de Tamayo, sólo asentamos que tras la pérdida de sus padres, y una vez en la ciudad de México, ingresó, en 1915, en la Academia de Bellas Artes de San Carlos, donde no permaneció mucho tiempo. Hacia 1921 comenzó a trabajar en el Departamento de Dibujo Etnográfico del Museo Nacional de Arqueología de México, lo que propició su acercamiento y empatía con las formas estéticas prehispánicas, mismas que incorporaría en su obra plástica.
Tras su primera exposición, en 1926, el siguiente ámbito por conquistar fue Art Center de New York.
Posteriormente (1928), de regreso en México, ejerció la docencia en la Escuela Nacional de Bellas Artes y, en 1932, ocupó la dirección del Departamento de Artes Plásticas de la SEP. En 1938, regresó a New York para laborar en la Dalton School de Art, durante casi veinte años, por lo cual se mantuvo alejado del desarrollo de la Escuela Mexicana, pero sintetizando el aprendizaje gestado sobre las obras de arte precortesianas con la influencia los movimientos artísticos que llegaban a la ciudad neoyorkina que comenzaba a ser el centro mundial del arte, tras la Gran Guerra, preponderancia que se reforzaría al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando las baterías de los grandes comerciantes internacionales se dirigieron para combatir la Escuela Mexicana de Pintura e impulsar el arte “internacional”, contando con un grupo de artistas que se autodenominaría de la “ruptura”, en el que uno de sus principales protagonistas fue el más grande autopromotor de todos los tiempos, José Luis Cuevas.
Rufino Tamayo. “La gran galaxia”. 1978. www.michaelspornanimation.com
Aunque lejano a Siqueiros, Rivera y Orozco, Tamayo, desde un inicio también se expresó a través del muralismo, aunque ya desde su primer mural, de 1933, su propuesta estética fue muy diferente a la de sus colegas. En el Museo Nacional de Antropología se puede apreciar un mural donde la temática prehispánica (la lucha de los opuestos, la luz contra la oscuridad), “El día y la noche”, es una muestra fehaciente de la síntesis de la formas, expresadas con un lenguaje técnico y pictórico actuales. También son dignos de citarse los dos murales que se ubican en el primer piso del Palacio de Bellas Artes (“Nacimiento de la nacionalidad”, 1952, y “México de hoy”, 1953).
No obstante, la mayor parte de la obra de Tamayo es de caballete, la cual es más fácilmente transportable y, sobre todo, comercializable, encontrándose ejemplos representativos de ella, en colecciones privadas y en museos públicos y privados.
Rufino Tamayo. “Hombre con sable”. 1980. www.michaelspornanimation.com
Tras su participación en la XXV Bienal de Venecia (1950) fue considerado como uno de los artistas más destacados del siglo; afianzándose su prestigio al obtener el Primer Premio de la Bienal de Sao Paula (1953); al nombrársele Caballero de la Legión de Honor (1957), por el gobierno francés; Miembro Correspondiente de la Academia de Artes de Buenos Aires (1961); miembro de la Academia de Artes y Letras de EUA (1961); Premio Nacional de las Artes en México; entre otras distinciones más.
Rufino Tamayo. “Animales”. Óleo sobre lienzo. 1941. MOMA. www.latinamericanart.com
Antes de su fallecimiento donó sus colecciones de arte precolombino y arte contemporáneo a la Nación mexicana, creando sendos museos. El primero (Museo de Arte Prehispánico de México Rufino Tamayo) en una casona de cantera verde en la ciudad de Oaxaca, donde la museografía, con tintes barraganianos, ofrece el marco ideal para las obras producidas por las diferentes culturas que poblaron el mundo mesoamericano. Es un museo pequeño, pero constituye un verdadero deleite para los sentidos y el espíritu.
Museo de Arte Prehispánico de México Rufino Tamayo. old.nvinoticias.com
El segundo museo (Museo Tamayo Arte Contemporáneo), construido a la entrada del Bosque de Chapultepec, con un diseño de los arquitectos Abraham Zabludovsky y Teodoro González de León, y con el patrocinio del Grupo Alfa y de la Fundación Cultural Televisa, abrió sus puertas el 29 de mayo de 1981; posteriormente, y debido a que los patrocinadores alteraron el sentido del museo, éste pasó a la administración del INBA, a partir del 9 de septiembre de 1986, cuando fue reinaugurado. Se destaca la magna exposición montada en sus instalaciones, dedicada al quehacer arquitectónico de Luis Barragán.
Museo Tamayo Arte Contemporáneo. www.arqred.mx
La filantropía de Tamayo también se manifestó con la creación de asilos, entre otras obras más.
El 24 de junio de 1991, Rufino Tamayo fallece en la ciudad de México, víctima de un infarto agudo. Sus restos reposan el Museo Tamayo Arte Contemporáneo.
En días recientes, con motivo de los cinco lustros sin la presencia de este eminente pintor oaxaqueño, el titular de la Secretaría de Cultura (federal) anunció que se dedicará una sala de su museo para exhibir la obra de Tamayo, perteneciente al INBA, como era el proyecto inicial de hace 35 años, y se rescatará de la bodega del mismo museo la colección de arte contemporáneo que un director anterior mandó “almacenar”, para ocupar las salas con exposiciones “internacionales” de artistas actuales “de prestigio”.
El propósito inicial del museo era exhibir la colección que Tamayo donó al pueblo (esa entelequia tan manida) mexicano, tanto de su obra personal como la que coleccionó de otros artistas contemporáneos; pero, uno de los vicios de la política mexicana (aunque no se quiera hablar de ella, está íntimamente ligada a la cultura del país), sobre todo con esa cosa que han llamado “alternancia” (quítate tú para ponerme yo), el gobierno que sigue, intentando demeritar lo hecho por el anterior, aplica acciones drásticas que lesionan la continuidad que debe imperar en la vida cultural, como ocurrió durante el “interludio” que se dio durante 12 años en la “dictadura perfecta”, como etiquetó un escritor sudamericano (que ahora goza de vivir en el primer mundo) al sistema político mexicano, y al cual se condecoró a pesar de involucrarse en asuntos políticos internos, violando las leyes nacionales.
En fin. Larga vida y reconocimiento profundo al legado artístico del inmenso Rufino Tamayo.