A lo largo de nuestra vida, tuvimos la oportunidad de tener un club deportivo y cultural, llamado IXTAB, que nació en 1954. A continuación les platicaremos la historia, con el fin de que el deporte siga siendo prioridad en una sociedad.
Vecinos de una calle de la Ciudad de México, nos juntábamos a jugar, juegos como tamaladas, burro 16, cinturón escondido, hoyos con la pelota, pero un día, entro la inquietud de hacer una excursión, a los volcanes del Popocatépetl, y del Iztaccíhuatl.
En la excursión nos alcanzó la noche y decidimos acampar delante de donde inicia la vegetación, después de las parcelas; la anécdota de aquella ocasión fue que nos llevamos un susto al ver en la oscuridad a los que creíamos unos coyotes, que al amanecer resultaron perros que comían los restos de comida que dejaron la producción de la película “Tirano de la Frontera”, que filmaban ahí.
Al regresar, nos llamó la atención la experiencia y decidimos repetirla, uno de nuestros amigos comentó, que tenía familiares en Miraflores adelante de Tlalmanalco; lugares cercanos al Iztaccíhuatl (en Náhuatl: Iztac-blanco, Cihuatl-mujer, es decir, mujer blanca). Nuestro amigo Alfonso, se prestó para llevarnos, ya que además conocía el camino para subir.
Al ignorar el peligro que se corre al practicar el alpinismo, nuestras primeras herramientas eran unos simples palos de árboles, y nuestros zapatos tampoco eran los especiales sino los de diario, y aún así nos atrevimos a subir.
Aunque nada mas llegamos al pie del Iztac, a donde estaba el conocido albergue Chalchuapas, donde descansamos, antes de regresar a la ciudad.
Al gustarnos este deporte, nos empezamos a reunir los amigos y vimos diferentes formas de acoplarnos para seguir con la aventura, ya que económicamente no había dinero.
Ejemplo de ello, es que algunos amigos que trabajaban la herrería hicieron “Piolet” (herramienta utilizada en alpinismo, en forma de pico que ayuda a la caminada, es como un bastón), hechos con muelles de coche que se forjaban en “la Fragua”. Y al no contar con chamarras ni el equipo especializado, sólo nos cubríamos por principio con cobijas.
En las reuniones, a todos nos emocionaba la idea de hacerlo con frecuencia, y decidimos buscarle un nombre a nuestro grupo, nuestro amigo Alfonso en un libro que había leído, encontró el nombre de “Ixtab”, que en maya era una Diosa que representaba al suicidio, para lo cual nos pareció adecuado ese nombre, ya que nosotros mismos nos arriesgábamos en cada subida a los volcanes.
Posteriormente, se hicieron varios viajes que poco a poco nos permitió acercarnos a este mágico deporte, y poco a poco nos hicimos del equipo necesario para practicarlo. Al paso del tiempo conocimos a una persona con el nombre de David que ya había hecho ascensiones y tenía experiencia; le dijimos que si quería ser nuestro padrino de ascensión al Popocatépetl, para lo cual accedió.
Y lo hicimos…
13 personas fuimos, y gracias a la experiencia de David, lo logramos. Es una cosa increíble, llena de belleza natural, te sientes un poco cerca de Dios, a pesar del esfuerzo sobrehumano que se requiere para lograrlo.
Al estar arriba en la cima, el padrino acostumbra echar hielo en la cabeza de sus apadrinados, pero no se llevó a cabo por la tormenta que se desencadenó, y pues que más nieve que la que nos regalo la tormenta.
Ya en el único albergue que existe llamado Tlamacas, encontrándonos en el interior con varios grupos dedicados al alpinismo, una alpinista que pertenecía al club “Lobos de Monterrey”, cuestionó nuestro a amigo Salvador Cano (QEPD), al verlo con tenis, le dijo ¿si había subido así?, al contestarle que si, la chica respondió que aquello era “tener pantalones”, felicitándolo. Al ver semejante hazaña su grupo nos invito a fiesta de aniversario en Monterrey.
A partir de ahí, cada 15 días emprendíamos el viaje, que nos llevó a hacerlo unos 15 años aproximadamente. Pasando por diferentes sucesos, uno de ellos en el Iztac, en un pasaje en donde baja el deshielo del volcán, hay un pasadizo hecho por la “Fábrica de papel” para el funcionamiento de la misma, ahí se encuentran unas coladeras que se conectan con el desagüe, una de ellas no tenía tapadera y nuestro amigo José Solís, se resbaló por la misma, siendo milagrosamente salvado por nuestro amigo Salvador que lo alcanzó a jalar, sino se hubiera ido por la corriente que se hace.
Otra de nuestras aventuras fue conocer al volcán más alto de México, el famoso “Pico de Orizaba”, dada la experiencia que estábamos adquiriendo en el deporte, incluso, ya contábamos hasta con un logo y banderines con el nombre de IXTAB, Antonio Granados, otro amigo, nos invitó con parte de su familia que trabajaba en “Ferrocarriles Méxicanos”, a conocer al grupo de alpinismo de la sección 18 del sindicato de ferrocarrileros, que amablemente nos unieron a su grupo de excursión al Pico de Orizaba, lo cual lo repetimos tres veces más.
Nuestro club, era reconocido por el departamento de Previsión Social, perteneciente a la Secretaría del Trabajo, en donde nos reuníamos con otros clubes de alpinistas en asambleas donde se trataban temas de esta materia. A través de esta institución, nuestro club participo en el evento que la Federación Mexicana de Alpinismo organizaba cada 12 de octubre (día de la Raza) “La Cofraternidad de los clubes de Alpinismo” , y es un orgullo de nuestro club que fuimos invitados para portar la bandera de la República de Uruguay.
Nuestras travesías siempre fueron exitosas, nunca pasaron de alguno que otro “mal de montaña” (dolor de cabeza, vomito, mareos), que se daba por la altura, pero que curábamos con un trago de tequila, que hacia recuperarnos en instantes.
En la Secretaria del Trabajo, se organizaba a los clubes de alpinismo reuniones culturales y deportivas. En una ocasión en un festival de un club alpino, la estación de radio “El Barrilito”, nos invitó a participar en el torneo de futbol. Nosotros sólo éramos aficionados, gracias a nuestro tío Carlos Escamilla (árbitro) y por tener a nuestros equipos favoritos, pero no pasaba de eso.
Ese día, ni siquiera íbamos vestidos para la ocasión, pero aceptamos; y sorpresivamente nos llevamos la copa. Era el momento en que descubrimos otra faceta para nuestro club.
Nos llamó la atención este deporte y creamos un equipo; empezamos bien, jugando en las grandes ligas, en la Asociación de futbol del Distrito Federal liga intermedia.
Increíble para nosotros que al no haber practicado nunca futbol, obtuvimos éxitos; el club optó por dejar el alpinismo en segundo término.
Afortunadamente la liga donde competíamos, era una de las más importantes, estaba afiliada a la Federación Mexicana de Futbol, ya que había equipos de factorías importantes como la cervecería modelo, cigarros el águila, Pedro Domecq, entre otras.
Uno de los hechos más satisfactorios de esta etapa, fue enfrentarnos al extinto Fernando Bustos que llegó al éxito con el club Cruz Azul. Al ser observados por equipos de primera división, parte de nuestros jugadores también fueron invitados a las fuerzas básicas de clubes como el Querétaro, la U de G. y el Atlante, pero desgraciadamente no lograron destacar.
Por otra parte, nuestro padre Alberto Escamilla Vázquez, a pesar de no tener conocimientos sobre futbol, fue nuestro delegado ante la liga intermedia de la Ciudad de México donde jugábamos. Gracias a su trato agradable y buen trabajo llegó a destacar como tesorero de la liga, además de que otros equipos querían ser representados por él.
Finalmente, y como otro punto a destacar, nuestro club Ixtab, también abarcó lo cultural, organizando festivales con motivo del día de la madre en nuestra calle, entre otras fiestas.
Foto: Festival organizado por el club.
Seria interminable describir cada pasaje de nuestra vida, y de lo que disfrutamos con el deporte. Nos atrevemos a decir, que el deporte es vida, practíquenlo y nunca renuncien a sus sueños.