To be, or not to be- that is the question
Whether ‘tis nobler in the mind to suffer
The slings and arrows of outrageous fortune
Or to take arms against a sea of troubles,
Any by opposing end them. To die- to sleep-
No more; and by a sleep to say we end
The heartache, and the thousand natural shocks
That flesh is heir to. ‘Tis a consummation
Devoutly to be wish’d. To die- to sleep.
To sleep- perchance to dream: ay, there’s the rub!
For in that sleep of death what dreams may come
When we have shuffled off this mortal coil,
Must give us pause. There’s the respect
That makes calamity of so long life. […]
(¡Ser, o no ser, es la cuestión!—¿Qué debe
más dignamente optar el alma noble
entre sufrir de la fortuna impía
el porfiador rigor, o rebelarse
contra un mar de desdichas, y afrontándolo
desaparecer con ellas?
Morir, dormir, no despertar más nunca,
poder decir todo acabó; en un sueño
sepultar para siempre los dolores
del corazón, los mil y mil quebrantos
que heredó nuestra carne, ¡quién no ansiara
concluir así! Morir… quedar dormidos…
Dormir… tal vez soñar!—¡Ay! allí hay algo
que detiene al mejor. Cuando del mundo
no percibamos ni un rumor, ¡qué sueños
vendrán en ese sueño de la muerte!
Eso es, eso es lo que hace el infortunio
planta de larga vida. […])
[Traducción de Rafael Combo, poeta colombiano
(Bogotá, 7 de noviembre de 1833 – 5 de mayo de 1912)]
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de lo más fino.
En el mundo de la Literatura existen frases que igualan y, a veces, superan la obra en la que están insertas. Las dos anteriores son un ejemplo fehaciente de esto.
La primera corresponde al inicio de un soliloquio que Hamlet, príncipe de Dinamarca, dice mientras espera a Ofelia reflexionando sobre el suicidio y la muerte, ante el asesinato de su padre; corresponde al Acto III, Escena 1, que se desarrolla en un castillo, en Elsinore, de la obra The Tragedy of Hamlet, Prince of Denmark, debida a la pluma del “Bardo de Avon”, William Shakespeare.
La segunda es el inicio del “Capítulo Primero. Que trata de la condición y ejercicio del famoso y valiente hidalgo don Quijote de la Mancha”, de la obra El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra.
Ambas obras son cumbres de la creación literaria mundial, la primera en lengua inglesa, y la segunda, en castellano.
Escribir sobre estos “príncipes de la palabra y corazón humano” es una empresa por demás demandante, ya que mucha tinta ha corrido sobre sus vidas y obras; no obstante, hoy que celebramos el “Día Mundial del Libro” y la “Fiesta del Libro y de la Rosa”, es momento propicio para traerlos a la mente y revisar el impacto de su lectura en nuestra vida.
La obra de Shakespeare revisa todas las emociones y expresiones del alma humana: el amor intenso e incondicional, como en Romeo y Julieta; los celos que llevan al asesinato en Otelo; las intrigas y traiciones palaciegas, en dramas históricos como Ricardo III, Ricardo II, Enrique IV y Enrique V; las grandes tragedias, como El rey Lear, Antonio y Cleopatra y Macbeth; el oportunismo materno, en Coroliano; la ingratitud humana, en Timón de Atenas; la comedia, como en La comedia de las equivocaciones, Las alegres comadres de Windsor, Troilo y Crésida, Bien está lo que bien acaba, Medida por Medida; los engaños de la mente, en Hamlet; la comedia ligera, como en Mucho ruido por nada, Como gustéis y Noche de Epifanía; otras obras maestras como La Tempestad, El mercader de Venecia, El sueño de una noche de verano, Julio César, y un largo etcétera, al que se agrega su obra poética, dan muestra de su genio creativo.
No está por demás mencionar que William Shakespeare nació en Stratford-upon-Avon, el 26 de abril de 1564, y debido a que existen muy pocos documentos que certifiquen su vida, se ha dudado de su existencia; sin embargo, en personajes como él, lo trascendente es su obra.
Otro tanto podríamos decir de Miguel de Cervantes Saavedra, quien nació en Alcalá de Henares, el 29 de septiembre de 1547, y que es considerado la cumbre suprema de la literatura en lengua castellana, motivo por el cual se le ha llegado a llamar el “Príncipe de los Ingenios”. Principalmente, su fama se debe a que es autor de la novela El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de la que muchos hablan, pero pocos han leído íntegramente; esta obra, después de La Biblia, es la que más ediciones ha tenido.
No obstante, la producción literaria de Cervantes, es mucho más fecunda, cubriendo los géneros de novela, teatro y poesía.
En el ámbito de la novela, ocupa el primer lugar El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, junto con La Galatea, Viaje al Parnaso, Los trabajos de Persiles y Segismunda, y las Novelas Ejemplares (La gitanilla, El amante liberal, Riconete y Cortadillo, La española inglesa, Licenciado Vidriera, La fuerza de la sangre, El celoso extremeño, La ilustre fregona, Novela de las Dos Doncellas, Novela de la Señora Cornelia, Novela del casamiento engañoso y La de los perros Cipón y Berganza).
Para el teatro escribió Tragedia de Numancia y Trato de Argel, así como comedias (El gallardo español, Los baños de Argel, La gran sultana doña Catalina de Oviedo, La casa de los celos, El laberinto del amor, La entretenida, El rufián dichoso y Pedro de Urdemales) y entremeses (El juez de los divorcios, El rufián viudo llamado Trampagos, La elección de los alcaldes de Daganzo, La guarda cuidadosa, El vizcaíno fingido, El retablo de las maravillas, La cueva de Salamanca y El viejo celoso).
Su poesía está contenida en Índice de primeros versos de todas las poesías, Índice de primeros versos de poesías sueltas, Al túmulo del rey Felipe II en Sevilla y A la entrada del duque Medina en Cádiz. Pero indudablemente, para el amplio sector, Don Quijote, como se le conoce por lo general, se lleva los honores, pues consolidó la lengua castellana y queriendo criticar y satirizar las novelas de caballerías, en boga durante su época, creo la novela de “caballeros andantes” por excelencia: la historia de un hidalgo que de tanto leer ese tipo de obras, llegó a perder la “razón”:
En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra, como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, e irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras, y a ejercitarse en todo aquello que él había leído, que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros, donde acabándolos, cobrase eterno nombre y fama. [Miguel de Cervantes y Saavedra. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Capítulo Primero. Que trata de la condición y ejercicio del famoso y valiente hidalgo don Quijote de la Mancha.]
Cuando cursaba tercer grado de secundaria, la maestra (digo maestra y no profesora, porque para mi apreciación se ganó esta denominación, la Srita. Amada Reyes), amén de “obligarnos” a memorizar la información sobre las obras literarias y preguntárnosla en exámenes orales, nos “hacía leer” algunas de ellas. Recuerdo el impacto que en mi mente adolescente causó el párrafo de El Quijote, que dice:
[… ]”Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora que dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero D. Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante, y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel.” (Y era la verdad que por él caminaba) y añadió diciendo: “dichosa edad, y siglo dichoso aquel adonde saldrán a luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronce, esculpirse en mármoles y esculpirse en mármoles y pintarse en tablas para memoria en lo futuro. ¡Oh tú, sabio encantador, quienquiera que seas, a quien ha de tocar el ser coronista de esta peregrina historia! Ruégote que no te olvides de mi buen Rocinante compañero eterno mío en todos mis caminos y carreras.” […] (“Capítulo Segundo. Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote.”)
De manera casi coincidente, William Shakespeare murió el 23 de abril de 1616, en Stratford-von-Avon, la misma ciudad donde nació, y Miguel de Cervantes Saavedra falleció el 22 de abril de 1616, en Madrid, siendo sepultado al día siguiente, 23.
Por tales motivos se instituyó esa fecha, 23 de abril, como el “Día Mundial del Libro”, y en México se le adicionó “y de la Rosa”.
No puedo terminar este escrito sin dedicar unas líneas a “la Rosa”, esa emblemática flor presente en la vida cotidiana y en la historia. Su relación con mi vida se remonta a la época en que cursaba el primer grado de Educación Primaria: mi profesora, la “Maestra Georgina”, nos hizo “memorizar” una poesía, “Cultivo una rosa blanca” de José Martí, incluida en nuestro libro de lectura, Amanecer. No sé cuál fue el motivo para aprender esos versos, lo importante es que no los he olvidado y, casi siempre que habló de poesías, vine a mi mente las bellas y sencillas palabras del prohombre cubano:
Cultivo una rosa blanca
José Martí
Cultivo una rosa blanca
en junio como en enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo la rosa blanca.
Feliz día y ojalá siempre tengamos al alcance de la mano esa preciada joya que nos abre todos los mundos posibles e imposibles: UN LIBRO.