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Por La Marquesa de Buenavista
Paradas en el arroyo de la calle, frente a la casa de Virtudes, las dos mujeres platicaban, como ocurría cada vez que se encontraban; los temas era lo de menos, lo trascendente era hablar.
-¡Qué bonitas ventanas le puso a su casa, comadrita! –decía Eduviges.
-Pues poco a poco ai vamos, con lo que de vez en cuando me manda mi esposo de Estados Unidos, vamos haciéndole algunas mejoras a la casa –respondía Virtudes.
-¡Pero si en poco tiempo su casa se ha ido para arriba!
-Lo que pasa que es que fuimos ahorrando durante varios años hasta tener un guardadito, porque de otra manera los albañiles no quieren venir a trabajar por cualquier detalle.
-Eso sí, los albañiles andan buscando trabajo y pidiéndole a Dios no encontrarlo.
-Con lo que mi esposo nos ha mandado y con lo poquito que mis dos hijos han podido ahorrar de lo que les pagan, pues vamos avanzándole a la casita –dijo Virtudes queriendo terminar la conversación.
–Usté sí que se sacó la lotería con el compadre, tan trabajador y responsable ¿Hace cuánto se fue para el otro lado, comadrita? –continuó Eduviges.
-Ya va para quince años.
-¿Tanto? No cabe duda, ¡cómo pasa el tiempo!, si parece que fue ayer cuando me llevaron a bautizar a mi Rocío; pero no, si la chamaca ya hasta tiene un escuincle, ve que me salió con su domingo siete y ni modo tuvimos que apoyarla. Entonces sí son quince años que se fue el compadre.
-Sí comadre, le llevamos a bautizar a su hija, mi esposo y yo, hace diecisiete años.
-Pero su esposo, además de responsable, le salió fiel, ¿verdá comadre? Con tantas tentaciones que hay en Estados Unidos, bueno, eso me han contado–siguió Eduviges, con afán de obtener más información.
-Así es, creo que mi esposo siempre me ha sido fiel.
-No que el mío- Ve que se fue después del compadre, casi nunca me mandó algunos centavos. Sólo de vez en cuando me hablaba por teléfono y cuando le pedía su domicilio, me salía con pretextos, hasta que mi hermano Florencio fue a Estados Unidos, de ilegal, claro, y le pedí que buscara a mi viejo. Preguntado aquí y allá, logró dar con él y ya ve la sorpresa que me llevé: ¡el muy condenado tenía otra vieja! Y yo aquí de pendeja esperándolo y compadeciéndolo. No crea que no me preocupaba por él, creía que la pasaba muy mal, escondiéndose de la migra y malpasándose, y el desgraciado gozando con otra vieja. No, si los hombres son… Bueno no todos, ai tiene a mi compadre. Si le digo que usté es afortunada –seguía Eduviges su interminable perorata.
Virtudes se concretaba en sonreír, ante la incómoda situación.
-Bueno comadre, la dejo porque ve que en las mañanas estoy sola en la casa, no sea que suene el teléfono y no haya quien lo conteste –dijo Virtudes, en un intento por terminar la conversación.
-Eso sí, aunque ya ve que casi todas las llamadas son para ofrecer préstamos o para vender algo –siguió Eduviges.
-Pero no sabemos si de repente sea otro tipo de llamadas. La dejo comadre ¡qué tenga un buen día! –concluyó Virtudes y entró en su casa, dejando a Eduviges sorprendida, en el arroyo.
-¡Mira ésta! ¿Quién se cree que es? Nada más porque ahora ya tiene una casota… Si supiera que mi hermano también buscó a su esposo en Estados Unidos y lo encontró felizmente casado, y con tres hijos, y ella aquí de ingenua y dándoselas de gran señora. No sé cómo la elegimos mi viejo y yo para madrina de la Rocío; pero ni modo, ya nada se puede hacer… Bueno, vámonos a la casa a ver qué está haciendo la Rocío o si el Martín no se me ha salido a la calle a drogarse con los vagos de la esquina… Veamos ¿qué haré de comer hoy?… ¿Carne de puerco en salsa verde con frijolitos de la olla… o… pechugas empan…? ¡Doña Luchita qué milagro que la veo! ¿Qué me cuenta?, me enteré que…
(Hasta el próximo viernes)Referencia fotográfica: Pinterest
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