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Por La Marquesa de Buenavista
-¿Entonces qué putito vas a llegarle a la mota o te metemos la cabeza en la mierda del excusado –decía Néstor a Éder, quien permanecía sentado en el retrete.
Éder había bajado al sanitario. Se encontraba en él cuando entraron sus compañeros de grupo, Néstor y Emilio. Desde que ingresó en la secundaria, los dos no perdían la oportunidad de agredirlo, verbal o físicamente. En esta ocasión lo abordaron mientras “liberaba” el cuerpo; tenía los pants y el calzoncillo casi en los tobillos. Néstor lo tomó del cuello, presionándolo hasta casi no poder respirar, mientras que Emilio se apoyaba en la puerta del inodoro para que no se cerrara. Lo querían obligar a que fumara marihuana.
–Deveras Néstor, no me gusta. Yo nunca he fumado –decía Éder, intentando protegerse.
-Pues hoy va a ser tu primera vez, putito. Me tienes hasta la madre con tu cara de no rompo un plato –respondió Néstor.
-Jejeje. Sí, sí, que fume. Oblígalo Néstor. Jejeje –complementaba Emilio, riendo nerviosamente.
-¡Tú también cállate pendejo que nos va a escuchar el prefecto –ordenó Néstor a Emilio.
-Jejeje. Sí, sí, yo me callo. Lo que tú ordenes Néstor. Jejeje.
-¡Qué te calles! –remató Néstor- Òrale, ¡llégale! –volvió a ordenar a Éder.
De pronto, se escuchó que la puerta del sanitario se abría violentamente.
-¿Quién diablos atrancó la puerta? –era Alfredo, uno de los mejores deportistas de la escuela- ¿Otra vez con lo mismo, bola de pendejos?
-Jejeje. Nosotros sólo estamos aquí… -intentó justificar Emilio.
-¡Suéltalo! –ordenó Alfredo a Néstor.
-¡Tú ni te metas! El pedo es entre el Éder y nosotros –dijo Néstor.
-Mis güevos. El Éder es mi bro y lo que quieras con él, conmigo; así que lo sueltas o… -reiteró Alfredo.
-¡Vete a la verga! No lo suelto.
Y antes de que Néstor pudiera reaccionar, Alfredo le propinó una patada en la entrepierna, logrando que se doblara de dolor y soltara al muchacho.
-¡Vámonos, bro! –indicó Alfredo a Éder.
Presuroso el muchacho se acomodó la ropa y antes de salir, Alfredo volvió a dirigirse a Néstor.
-La próxima vez que molestes al Éder, no sólo recibirás una patada, pinche pendejo. Y No me gusta repetir las cosas, así que sabes a lo que te atienes.
A partir de ese día, Éder pudo respirar más tranquilo.
*** *** ***
-Ese pinche Éder me las va a pagar –decía Néstor a Emilio, apretando los puños. Era la hora de salida de clases.
-Jejeje. ¿Y qué vas a hacer, si nunca se separa del Alfredo. ¡Míralos ai van! Jejeje –dijo Emilio.
-Ya llegara la oportunidad, ya llegará. Lo vas a ver, pinche Emilio –recalcó Néstor.
*** *** ***
-Cuídate mucho hijito. No te compliques la vida. Si te molesta alguno de tus compañeros, no le hagas caso. Acuérdate que tú eres un niño educado –la madre de Éder le daba las indicaciones matutinas, en la puerta de la escuela.
-No te preocupes mamá. Ya sabes que siempre estoy con mi amigo Alfredo y casi no platico con nadie más. Por cierto, hoy no viene Alfredo porque está enfermo, así que me iré corriendo a la salida –comentó Éder.
*** *** ***
Los alumnos y varios adultos se arremolinaban alrededor del muchacho que yacía en el arroyo vial, lo había atropellado un automovilista.
“El cuate estaba parado, platicando y se resbaló cuando pasaba el coche que lo atropelló”, “No, yo vi que salió corriendo de la escuela y se estrelló contra el coche”, “Nones para los camarones, el cuate estaba chantando en la banqueta cuando pasaron hechos la mocha dos valedores, lo empujaron cuando pasaba la nave y lo despanzurró, ¡simón!, “Lo que pasó es que varios cañaverales salieron corriendo y tiraron al Éder y le pasó el móvil por la panza”, “¡Ay Dios mío, estos jóvenes no entienden que no deben jugar en las calles! ¡Pobre de su madre ahora que se entere!”; todos opinaban, pero ninguno concluía, todos agregaban algo a la interpretación de lo acontecido. A la distancia, Néstor y Emilio veían impávidos lo que ocurría alrededor del cuerpo inerte de Éder.
(Hasta el próximo viernes)
Referencia fotográfica: E-Consulta
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