La Bombilla
  • Música
  • Ciencia y Tecnología
  • Entretenimiento
  • Deportes
  • Turismo
  • Literatura
  • Bellas Artes
  • Emprendedores
  • Salud
  • Más …

Login

Forgot your password?

Sharing to Social

Facebook Tweet Linkedin Pinterest Email
La Bombilla
  • Música
  • Ciencia y Tecnología
  • Entretenimiento
  • Deportes
  • Turismo
  • Literatura
  • Bellas Artes
  • Emprendedores
  • Salud
  • Más …
Recent Videos

Mi soledad y yo

La Bombilla256 views

Destino 5 (entrega final)

La Bombilla238 views

Destino (cuarta parte)

La Bombilla299 views

Iniciamos mes. Julio, 2020.

La Bombilla426 views

Destino (tercera parte)

La Bombilla523 views

Iniciamos mes. Junio 2020.

La Bombilla691 views

Un té helado QUE NO ES PRECISAMENTE TÉ

La Bombilla765 views

Destino (Segunda parte)

La Bombilla746 views

Lo que alguna vez no fuimos

La Bombilla728 views

Una historia diferente

La Bombilla713 views

Iniciamos mes. Mayo, 2020.

La Bombilla762 views

Edward Hopper y la soledad

La Bombilla835 views

Destino (primera parte)

La Bombilla751 views

Mi identificación con el gran proyecto

La Bombilla539 views

Vida de mis vidas

La Bombilla544 views

Iniciamos mes. Abril, 2020.

La Bombilla534 views

Soy chingón, Soy mexicano

La Bombilla678 views

Pedro Infante “el influencer”

La Bombilla1687 views

Iniciamos mes. Marzo, 2020.

La Bombilla563 views

El Boleto

La Bombilla510 views

Pincelada 147: “Cómo preparar el puchero”

La Bombilla

0 followers

655 000

Compartir

8shares
  • Facebook8
  • Twitter
  • Google+
  • Pinterest0

 

 

Por La Marquesa de Buenavista

Elvia dio el último sorbo a la taza de café, antes de iniciar la preparación de la comida del día. Los niños estaban en la escuela y su esposo en la oficina obedeciendo a un jefe que no soportaba.

Con lentitud se incorporó de su sillón favorito y se dirigió a la cocina; tomó su delantal de esa semana y con destreza se lo ató por la espalda, no quería ensuciar su ropa, aunque ya se había dado cuenta de que ésta se olía a cochambre por el trajín cotidiano.

“Veamos… para el puchero usaré la olla de costumbre…”, se decía al tiempo que se dirigía al fregadero para enjuagar el recipiente seleccionado, ya que ella era muy escrupulosa con sus utensilios y enseres domésticos y había que quitarle el polvo, poco, que le había caído.

–Deveras Elvia, quiero que seas mi chava. Entonces qué, ¿sí o sí? –preguntaba Ricardo con la mirada suplicante.

-Es que yo no quiero andar con nadie; lo que ahorita me importan son mis estudios –respondió la muchacha, algo turbada.

–Psss y eso qué, se pueden hacer las dos cosas: estudias y andas conmigo ¿Sí?… Si quieres me hinco –insistió el muchacho.

-Déjame pensarlo un poquito más. Dame una semana y dentro de ocho días te doy mi respuesta –concluyó Elvia.

-Ya verás que no te vas a arrepentir, luz de mis ojos.

Elvia tomó el cuchillo y con mucho cuidado comenzó a quitarle algunos fragmentos de grasa a la carne de res que hacía rato le había traído el mandadero de la carnicería; “Ahora sí ya está lista, a mis niños no les gusta la grasa porque dicen que se les pega en el paladar. Ahora hay que lavarla muy bien, pues Don Felipe, el carnicero, se ve que le hace el feo al agua”, proseguía Elvia, mientras ejecutaba sus pensamientos.

Con mucho cuidado la mujer introdujo los trozos de carne bajo el chorro de agua y después, tomando agua del garrafón de agua “purificada”, terminó de enjuagarla. “Listo derechito a la olla… ahora agua suficiente… un poco de sal, dos trozos de cebolla limpiecita, tres dientes de ajo y suficientes garbanzos porque a Luisita le gustan mucho… Listo”. Con seguridad giró la perilla de la estufa y, tras un chasquido, la lumbre iluminó el fondo de la olla.

-Júrame que nunca me vas a dejar –suplicaba Elvia a Ricardo.

-Claro que no, mi vida, si sabes que eres todo para mí –respondió el muchacho.

-Les voy a decir a mis papás que el domingo vas a ir a verlos, que quieres platicar con ellos.

-¿El domingo… tan pronto? .dijo Ricardo, abriendo demasiado los ojos.

-Pues claro que este domingo ¿o quieres que se me note el embarazo? Y entonces sí, ¡no nos la vamos a acabar! Mi papá es capaz de matarte y no se diga mi hermano Poncho –reafirmó la muchacha.

-Bueno, pues al mal paso darle “guerber”, jejeje… no es cierto mi vida, es una mala broma. Veremos qué pasa el domingo –terminó diciendo Ricardo.

“Veamos si ya la carne está suavecita… Todavía le falta un poco, mientras vamos a picar las verduras”. La mujer enjuagó su tabla de picar, tomó un filoso cuchillo y con mucha lentitud, pero con seguridad, fue picando las calabacitas, el chayote, la col, los ejotes, sólo algo de brócoli porque a su esposo le inflamaba el estómago y ninguna zanahoria ya que a su familia no les gustaban. Una vez que tuvo bien picada la verdura, la enjuagó y la incorporó a la olla que hervía mansamente. Para darle más sabor al guisado agregó unas ramas de epazote y cilantro.

-¿Cómo fuiste capaz de engañarme, Ricardo? –vociferaba Elvia.

-Yo sé bien que es un error, pero es que ella se me insinuaba todos los días y… -intentaba explicar el hombre.

-¡Cállate, no seas poco hombre! No manches lo poquito que me queda de tu imagen –intervino ella.

Ricardo, aprovechó la prohibición de su mujer, para sacar partido, Dócilmente bajó la cabeza y entrecerró los ojos, estrujándose las manos. Al verlo, Elvia calló, y después de algunos segundos continuó.

-¿Y cómo le vas a explicar a tus hijos que van a tener un hermano con otra mujer? ¿Qué no pensaste en Luisita y Toño? ¿Qué no te importan tus hijos? Yo soy lo de menos, pero ellos. Vas a romperles el corazón y la imagen que tenían de ti.

“Veamos, el puchero casi está listo, a ver… -dijo Elvia, al tiempo que tomaba la cuchara grande con que movía el contenido de la olla. Con cuidado tomó un poco de caldo y lo depositó en la palma de su mano izquierda y se la llevó a la boca, “Le falta un poco sal”, tras agregarle lo necesario, se dirigió al fregadero para enjuagarse las manos.

¿Cuántas veces la había engañado Ricardo? La mujer ya había perdido la cuenta. Cuatro, cinco, seis veces, no importaba, a ella le había tocado esa suerte, al igual que a su mamá, y había que soportar y “cargar su cruz”, como decía la abuela. Al principio, cuando le preguntaban, decía que toleraba la situación por sus hijos, pero al repetirse la situación, sus familiares y conocidos optaron por sólo observar y encogerse de hombros. Elvia siempre tendría un pretexto para seguir al lado de Ricardo.

“Creo que este puchero me quedó muy rico, a ver qué opinan mis niños. Vamos a seguir haciendo el flan que tanto les gusta; el tiempo pasa rapidísimo y no quiero que regresen de la escuela y no encuentren lista su comida…”

(Hasta el próximo viernes)

Referencia fotográfica: Me Asombro

  • Facebook
  • Twitter
  • Instagram
  • YouTube

Compartir

8shares
  • Facebook8
  • Twitter
  • Google+
  • Pinterest0
Tagscuento el rincon de la marquesa de buenavista pincelada

Leave a comment
- Cancel reply

BONUS de The Beatles
Bebida para disfrutar San Valentin

Búsqueda

Tweets por el @LaBombilla_M_X.

Entradas recientes

  • Mi soledad y yo
  • Destino 5 (entrega final)
  • Destino (cuarta parte)
  • Iniciamos mes. Julio, 2020.
  • Destino (tercera parte)

Un sitio para todos

Contacto

Anunciate con nosotros contacto@labombilla.com.mx

Directorio

Dirección de Contenidos
Erandi J. Medina Escamilla
Dirección Estratégica y Desarrollo de Nuevos Negocios
Melissa Z. Medina Escamilla

Asesor
Maximino Escamilla Guerrero

 


Información Especializada y Redes Sociales

Erandi J. Medina Escamilla

Aranxa Sánchez Martínez

Melissa Z. Medina Escamilla


La Bombilla MX 2017 © | Desarrollado por Design Creative Web