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Por La Marquesa de Buenavista
La mujer conducía su modesto auto, se dirigía a su trabajo; iba sobrada de tiempo, como siempre, ya que no le gustaba llegar tarde.
Estaba casada desde hacía cuatro años con el “hombre de sus sueños”, decía a quien le preguntaba sobre su estado civil. Él era ingeniero de profesión; un hombre que aún no llegaba a los treinta años de edad y ya ocupaba un puesto importante en su trabajo; además, era masculinamente atractivo y todo un caballero. No había faltado quien criticara: “… como esa mujer, tan poquita cosa, tiene un hombre como ése. ¡Suerte te dé Dios!” Sin embargo, a ella no le importaba, el fin y el centro de su mundo era su esposo. “La gente siempre habla”, se decía.
De pronto su sonrisa se esfumó, y exclamó:
-Tonta, ¿cómo pude olvidar la laptop? Allí tengo toda la información que necesito para integrar el informe final –vio su reloj y continuó- Ni modo, a regresar a casa… por fortuna tengo el tiempo suficiente. Lo único malo es que ya no voy a encontrar a mi marido, pues salimos juntos –concluyó, suspirando.
Se estacionó en el lugar acostumbrado; los departamentos donde vivían tenían reservados dos “cajones”; se apeó y vio que en el lugar contiguo estaba el vehículo de su esposo.
-Qué raro, salimos juntos y yo creía que él ya estaba llegando a la empresa ¿Qué pasaría? –se preguntó la mujer.
Llegó a la puerta del departamento, introdujo la llave y entró.
-¿Dónde dejé la lap?… ¡Ahhh sí, en el buró de la recámara! Anoche estuve trabajando en la cama para terminar las tablas…
Displicentemente, giró el picaporte de la recámara y lo que vio la dejó boquiabierta ¡no lo podía creer! Allí, en su propia cama, donde ellos dos se habían jurado amor eterno, y lo habían sellado miles de veces, ¡estaba su esposo y su compadre teniendo relaciones sexuales!
-¡Espérate! ¡Déjame explicarte!… –gritó el esposo, zafándose del cuerpo del otro hombre, pero ella ya no lo escuchaba, un velo rojo cubría sus ojos y un agudo zumbido hería sus oídos… salió corriendo.
*** *** ***
Han pasado dos años desde el incidente, y aunque la mujer sabe que cuando cruza los pasillos de la oficina, a sus espaldas, los cuchicheos continúan, aunque ahora la temática es otra, a ella no le interesa; lo único que le importa es su trabajo, entregar perfectamente bien lo que se le solicita, sin importar si tiene que llegar muy temprano o quedarse después de la hora de salida.
(Hasta el próximo viernes)
Referencia fotográfica: depositphotos.com
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